El Sistema Silvopastoril Intensivo, SSPi,) es un arreglo agroforestal que combina el cultivo agroecológico de arbustos forrajeros en alta densidad (mayor a 8.000 por hectárea) para ramoneo directo del ganado, asociados siempre a pasturas tropicales mejoradas.
También se pueden desarrollar sistemas, SSPi, asociados al cultivo de árboles maderables o frutales para la industria, el autoconsumo y/o la protección de biodiversidad, con densidades que varían entre los 25 a 500 árboles por hectárea según las variables biofísicas y climáticas.
Para la buena operación del sistema se requiere la oferta permanente de agua de buena calidad en bebederos móviles y sal mineralizada.
La periferia y las divisiones internas de los potreros se establecen con cercas vivas y el ganado se maneja sin violencia con cercas o cintas eléctricas fijas o móviles. (Lea: En la búsqueda de productores innovadores cítrico-silvopastoriles)
La alta producción de biomasa forrajera, las altas cargas instantáneas bajo métodos de pastoreo rotacional, los largos periodos de descanso y la oferta de agua fresca permanente en cada franja, son características determinantes de este tipo de sistema.
¿Por qué los sistemas silvopastoriles?
Porque responden a las necesidades cada vez más urgentes de reconvertir la ganadería tropical en una actividad rentable en el corto, mediano y largo plazo; son amigables con el medio ambiente, ofrecen más y mejor empleo en el campo y brindan a la sociedad alimentos de alta calidad con inocuidad (carne, leche, pieles y eventualmente frutas), así como madera para diferentes usos.
Estos sistemas son aptos para ganado bovino de carne, leche, doble propósito o cría especializada, e igualmente para búfalos, ovinos y cabras.
No se recomienda para equinos, burros, mulares, ni conejos. (Lea: Los 10 mandamientos para una buena alimentación del ganado)
Los SSP y la región Caribe en Colombia
¿Por qué es importante la implantación de SSPi en Colombia y en especial en la región Caribe?.
La respuesta tiene que ver necesariamente con el uso que históricamente se le ha dado al suelo. La región del Valle del río Cesar y, especialmente, la zona de Agustín Codazzi, sufrió, por la vía de la explotación algodonera, pérdida aguda de su capital natural, al igual que ha ocurrido en otras regiones del país y con otros cultivos. (Lea: Fedegán y CIPAV dictaron cursos en manejo de sistemas Silvopastoriles)
Los años 70 y 80 fueron en el Cesar, décadas de agricultura intensiva, de labranza erosiva y compactadora, con aplicación exagerada de agroquímicos, cuyos efectos negativos sobre el suelo hoy se están viendo, como lesión por erosión, daños en la estructura, pérdida de la materia orgánica y contaminación residual de herbicidas e insecticidas, a lo cual se sumó la acción de los vientos alisios y una reducida precipitación, cuyo efecto combinado confluyó en el deterioro de la oferta ambiental.
Es una deuda ambiental que sigue creciendo con la era del carbón por la que se ha encaminado la economía de varios departamentos. No se puede olvidar que este es un recurso no renovable, al igual que las regalías que genera.
Por eso, pese al estancamiento del sector agropecuario, gran parte del desarrollo de la economía del Cesar deberá pasar por la generación de valor agregado alrededor de su producción agrícola y pecuaria. Es una opción viable con la introducción de sistemas productivos amigables con la naturaleza. (Lea: Corrales “vivos” para el manejo del ganado)