Uno de los ejemplos más conocidos son los mitos existentes en los consumidores, acerca del consumo de leche vacuna. Algunos de ellos se desarrollan a continuación:
Mito: el hombre es la única especie que bebe leche en la edad adulta, y además, toma la leche de otras especies. Por lo tanto, la leche de vaca no es un alimento apropiado para el hombre, ya que sus antepasados no la consumían.
Verdad: el hombre comenzó a tomar leche de vaca cuando abandonó su vida nómade y empezó a cultivar la tierra para alimentar a sus animales, hace unos 10.000 años. Como ser racional, es la única especie que tiene dominio sobre su cadena alimentaria (selección, producción, conservación), y elige lo que comer de acuerdo a lo que necesita. En el caso de la leche, el hombre eligió tomar leche de vaca porque encontró en ella un alimento completo y beneficioso para su salud.
Mito: las proteínas de la leche de vaca no se pueden digerir bien, y además la leche neutraliza los ácidos del estómago, impidiendo que las proteínas se digieran completamente.
Verdad: la leche posee proteínas completas de alta biodisponibilidad, altamente digeribles por el ser humano. Si embargo, las personas que poseen intolerancia a la lactosa, no pueden digerir este tipo de azúcar que se encuentra en la leche y otros productos lácteos. La intolerancia a la lactosa se presenta cuando el intestino delgado no produce suficiente enzima lactasa. La falta de ingesta de leche, sobre todo para los niños, puede generar pérdida de peso y posible malnutrición. También puede producir falta de calcio, vitamina D, riboflavina y proteínas. Esto hace que necesariamente haya que sustituir la leche por productos lácteos tratados con lactasa, por preparados a base de proteínas de la leche, o por su similar de soja.
Mito: las vacas criadas en establos tienen problemas de salud que requieren del tratamiento con antibióticos, por lo tanto, la leche que bebemos contiene restos de antibióticos.
Verdad: el uso de antibióticos para el tratamiento y prevención de las infecciones mamarias de la vaca, durante la lactancia y el periodo seco (durante el cese del ordeñe), es un componente clave en el control de la "mastitis", una enfermedad que afecta al ganado bovino en los distintos países del mundo. Aunque hasta hoy no hay datos que asocien problemas de salud de las personas con la presencia de trazas de antibióticos en la leche de vaca, la industria láctea realiza pruebas de control de calidad de la misma. Un estudio realizado en 55 tambos de Argentina durante el período 1993-2002 determinó que los niveles residuales de antibióticos en la leche cruda no eran significativos.
Mito: si los forrajes han sido cultivados con pesticidas, al utilizarse para alimentar a las vacas, éstos se acumulan en la grasa. Finalmente los pesticidas también se hallan en la leche y causan daño a la salud.?
Verdad: la leche puede contener residuos de pesticidas, los que pueden causar problemas para la salud. Sin embargo, los niveles de pesticidas, como los de los antibióticos, son analizados y sujetos a normas regulatorias, de modo de garantizar que no excedan los límites aceptables.
Mito: el consumo de lácteos produce cáncer.
Verdad: no hay ninguna evidencia científica que indique que el consumo de leche cause cáncer.
Mito: el consumo de lácteos produce caries.
Verdad: son los azúcares los que determinan el poder cariógeno de los alimentos, dado que son metabolizados por las bacterias de la placa dental, produciendo una disminución del pH (mayor acidez), responsable de la desminarilización de la superficie dental. Todos los azúcares están implicados en este proceso (monosacáridos, disacáridos y azúcares complejos) siendo el más cariógeno la sacarosa (azúcar de mesa). La lactosa (azúcar de la leche) conlleva a una débil disminución del pH (pH=5,5 vs. pH=4,0 para la sacarosa). Además, la presencia de calcio, fósforo, caseína y lípidos son un factor de protección. Los quesos tendrían también una acción protectora, al estimular la secreción de saliva y disminuir la acidez de la boca. La Organización Mundial de la Salud (OMS) reconoce el papel específico de los lácteos en la prevención de caries.
Mito: el consumo de leche está relacionado con la diabetes de tipo 1.
Verdad: actualmente no existe ninguna prueba que relacione a los productos lácteos con la diabetes insulinodependiente que amerite particulares recomendaciones para estos pacientes.
Por otra parte, un estudio reciente realizado por médicos del Hospital Durand de Buenos Aires, y del Departamento de Salud Pública de la Universidad de Buenos Aires, concluyó que el consumo de leche en chicos ayudaría a prevenir el riesgo de desarrollar diabetes tipo 2 y de sufrir un infarto en edad adulta.
Mito: la leche no previene la osteoporosis.
Verdad: el calcio y la vitamina D son fundamentales como complemento de toda terapia tanto en la prevención como en el tratamiento de la osteoporosis. Es sabido que la ingesta adecuada de calcio a través del consumo de lácteos, reduce el riesgo de osteoporosis.
La Sociedad Argentina de Osteoporosis (SAO, http://www.osteoporosis.org.ar) recomienda la ingesta diaria de por lo menos 1200 mg. de calcio para evitar esta enfermedad.
Los productos lácteos, además de proporcionar calcio, contienen proteínas, vitaminas y otros nutrientes. Por lo general, cuando la ingesta de lácteos es insuficiente para el tratamiento de la osteoporosis, se debe recurrir a la suplementación con preparados farmacéuticos de calcio y vitamina D. Esto es especialmente válido para los adultos mayores.
Mito: a la hora de tomar leche es mejor elegir siempre productos orgánicos u ecológicos.
Verdad: los mejores alimentos son aquellos que cumplen con todos los requisitos de calidad, independientemente de su certificación orgánica. La leche de buena calidad proviene de tambos registrados ante la autoridad competente, disponiendo de agua potable, forrajes de buena calidad, libre de pesticidas, que cuentan con utensilios, instalaciones adecuadas e higiene general de la planta. En los tambos supervisados se aplican buenas prácticas de manejo de medicamentos veterinarios (BPMV) y buenas prácticas de alimentación animal (BPAA). Se aplican programas de prevención y control de mastitis, se controla el estado sanitario de los animales y de los manipuladores. Se cuenta con un plan de capacitación donde se aplican rutinas de ordeño, programas de limpieza y desinfección de equipos, así como también programas de control de plagas. Además, la leche del mercado para consumo humano se encuentra pasteurizada (tratamiento de calor moderado 72°C) para eliminar bacterias patógenas que pudieran estar presentes en la leche cruda.
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