Un nuevo estudio publicado por Pablo Manzanomuestra que si se adopta una perspectiva ecosistémica, el pastoreo es la mejor ganadería para el clima.
En los últimos años han saltado las alarmas sobre la sostenibilidad de la producción ganadera. A la proliferación de macrogranjas que deterioran la calidad de vida rural generando muy poco empleo, los problemas de salud asociados al exceso de productos animales, o los problemas de deforestación causados por la invasión de vacuno en la selva amazónica, se suman informes de la Organización de Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO) responsabilizando a la ganadería de hasta un 18 % de las emisiones de efecto invernadero 1, dato rebajado seis años más tarde por la misma FAO con una mejor estima hasta un 14,5 % 2.
Estos datos contrastan con una actitud cada vez más favorable del ecologismo hacia la ganadería extensiva. La antigua desconfianza entre conservacionistas y ganaderos, sobre todo a cuenta del enfrentamiento en torno a los grandes carnívoros, se está transformando paulatinamente en una alianza pese a que aún existan reticencias entre ambos colectivos.
Las razones son, por parte del ecologismo social, la búsqueda de un consumo responsable y sostenible, el compromiso con un mundo rural vivo, el bienestar animal y las evidencias científicas en torno a la funcionalidad ecológica que provee la herbivoría. Por parte del colectivo ganadero, el desplazamiento que sufre por la ganadería industrial, el abandono rural y la conciencia de ser fuente de alimentos de calidad.
Es fundamental distinguir la ganadería extensiva de otros tipos de ganadería más intensificadas, con mayor impacto ambiental y que provean de menores servicios ecosistémicos. Sin embargo, es algo que a menudo no se hace, pese a que existen apabullantes evidencias científicas incluso compiladas en documentos de fácil consulta 3.
El mantenimiento de los paisajes y de la biodiversidad en un momento de clara crisis del modelo agrario 4, las evidencias de mejores perfiles nutricionales de los productos de ganadería extensiva y la oportunidad de usarlos para evitar la malnutrición en países pobres 5, o el mayor valor de los productos de ganadería extensiva como generadores de empleo rural, son elementos cada vez más respaldados en publicaciones académicas. El impacto que el ganado extensivo tiene en el cambio climático, sin embargo, ha sido el talón de Aquiles en la defensa ambiental de la ganadería extensiva.
Los Análisis de Ciclo de Vida han descrito a los rumiantes domésticos a pasto como el sector con mayores emisiones por cabeza ganadera o kilogramo de producto. La dieta con alto contenido en fibras (celulosa) alimenta las rutas metabólicas de las bacterias que generan metano en el rumen, y éste es un gas con mucho mayor poder de efecto invernadero a corto plazo que el CO2. La recomendación más común, así, es la intensificación de la producción o el cambio de rumiantes por cerdos o pollos a pienso.
Sin embargo, el cambio climático de origen antropogénico tiene dos siglos (200 años), pero los pastores llevan ejerciendo su oficio 10 mil años y con tal magnitud de la actividad hace 6.000, incluso podrían haber retrasado la aparición del desierto del Sáhara 6. El sentido común invita a pensar que la actividad ganadera, o al menos la extensiva, no puede ser responsabilizada del calentamiento global. Algo tiene que estar mal en estos cálculos, pero no es sencillo dar con qué.
Fijación de carbono
Los defensores de la ganadería extensiva han reclamado durante años la inclusión en los cálculos de la fijación de carbono en suelo en pastizales sanos. El argumento consiguió tal vez su mayor popularidad con un vídeo de Allan Savory, el padre del manejo holístico 7, que acabó por convertirse en viral. El debate científico suscitado acabó en un informe de la Universidad de Oxford 8 que reunía a algunos de los mejores expertos en la materia, y que acabó concluyendo que el rol de los pastizales como sumidero no puede compensar las emisiones del sector ganadero. Esto hace pensar que en efecto es así. Los suelos tienen una capacidad finita de almacenar carbono. Es cierto que si se recuperan suelos degradados la capacidad aumenta, pero también es un hecho que los suelos mundiales no están tan degradados como para mitigar un 15 % de nuestras emisiones de gases de efecto invernadero.
En un estudio científico que acabamos de publicar 9 examinamos otra perspectiva posible, ésta desde una perspectiva más ecosistémica que técnica. Teniendo en cuenta que la ganadería extensiva ocupa tierras de muy vasta extensión, pero marginales para la productividad agraria, hemos imaginado qué pasaría si las políticas siguieran esas recomendaciones climáticas de abandono del sector ganadero más extensivo.
Obviando la experiencia que ya tenemos en Europa de problemas en el mantenimiento de la biodiversidad o de fijación de la población rural 10, examinamos qué dice la literatura científica respecto a qué pasaría con las emisiones de gases de efecto invernadero en esos nichos que quedarían vacíos en los ecosistemas pastados.
La respuesta es que si el recurso principal, la celulosa, siguiera existiendo (afortunadamente, ya que eso quiere decir que la Tierra no se volvería Marte), su aprovechamiento por parte de fermentadores silvestres generaría la misma cantidad o más de metano que la ganadería actual.
Como este punto de vista no ha sido tenido en cuenta, no abundan los datos. Sin embargo, hay estimaciones sobre herbívoros silvestres para EE.UU. y Canadá y Siberia que muestran que tal escenario es realista. El sentido común, otra vez, nos dice que es lógico: al fin y al cabo, el ganado doméstico ha sido seleccionado por su eficiencia para producir más alimento. Allá donde no lleguen los mamíferos es de esperar un aumento de las termitas, en zonas tropicales, que también emiten mucho metano, o de incendios, que aparte de peligrosos y destructivos son también emisores de gases con mayor potencial de efecto invernadero que el CO2.
El mensaje que emerge de todo esto es claro: la ganadería extensiva basa su eficiencia en la imitación de los procesos naturales de pastado y herbivoría. Si hay celulosa, habrá emisión de metano y de óxidos de nitrógeno, y para el efecto invernadero da igual que lo haga una oveja, un búfalo cafre o una termita. Es esencial rehacer los Análisis de Ciclo de Vida teniendo en cuenta las emisiones naturales de los ecosistemas, para así establecer cuál es el rol de la ganadería extensiva.
Dado que los sistemas de ganadería industrial están mucho más concentrados por unidad de área, es muy probable que las recomendaciones políticas que se derivan cambien radicalmente y den una imagen sostenible de la ganadería extensiva en todos los ámbitos. Las eficiencias dentro de la misma pueden entonces conjugar bienestar con menores emisiones, por ejemplo, usando el metano del estiércol para cocinar que evite a las mujeres de países pobres la penosa y destructiva tarea de recolectar leña. La lectura para el movimiento ecologista es que no todos los tipos de ganadería son iguales, y que el pastoreo puede ser parte de la transición ecológica al ser social, sostenible y fuente de un consumo moderado y responsable de productos.
**Por Pablo Manzano
Investigador en Ecología y Cooperación al Desarrollo. Área de Agroecología de Ecologistas en Acción.**
Texto original en el siguiente enlace.