En el país reconocen la importancia de migrar una producción amigable con el medio ambiente, que reduzca los GEI y el uso excesivo de concentrados.
Hay consenso científico: el cambio climático es uno de los retos más complejos que debe afrontar la humanidad. El debate está a la orden del día: plásticos, movilidad sostenible, transición energética… Sin embargo, apenas se está visibilizando la necesidad de acometer una transformación urgente de uno de los sectores más afectados y, a la vez, responsable de buena parte de las emisiones de Gases de Efecto Invernadero (GEI): el sector agrario, que se perfila como un pilar clave para asegurar un futuro para nuestro planeta.
El tiempo corre en nuestra contra para abordar con urgencia una transición hacia sistemas de producción de alimentos más sostenibles, ya que los actuales están fuertemente vinculados con la contaminación de las aguas, el agotamiento del suelo, la pérdida de biodiversidad y la deforestación masiva, además de con niveles elevados de emisiones de GEI. Esto es debido en gran parte a que estos sistemas se apoyan en el uso intensivo de recursos y en un elevado aporte de insumos externos.
Además de llevar a cabo de forma urgente una transición agroecológica, también es importante fomentar el abandono de los modelos de ganadería intensiva para pasar a una producción extensiva, que favorecería una reducción de las emisiones de GEI, debido a su menor dependencia de insumos externos y a la difícil gestión de la elevada cantidad de concentrado que se producen en los modelos intensivos. La ganadería extensiva, y en particular la ecológica, elude los perjuicios del modelo intensivo, como la contaminación de tierras y aguas por nitratos procedentes de los granos. Además, supone una alternativa más viable desde el punto de vista socioeconómico y ambiental, al garantizar productos de gran calidad, generar empleo y favorecer el desarrollo rural. También es mucho más beneficioso para el mantenimiento de los ecosistemas.
Muchos profesionales del sector coinciden en la necesidad urgente de tomar medidas y adoptar políticas orientadas a alcanzar una verdadera transición. La futura Política Agrícola Común (PAC), el Plan Estratégico Nacional y los Programas de Desarrollo Rural deben ser un pilar de esta transición, así como el Plan Nacional Integrado de Energía y Clima y la futura Ley de Cambio Climático, que marcarán la deriva climática de los próximos años en nuestro país. Todos ellos deben ser ambiciosos en cuanto a objetivos climáticos y medioambientales, y sentar las bases para un verdadero cambio de modelo.
¿Y cuáles serían los principales obstáculos para completar esta transición con éxito? En primer lugar, las barreras financieras: se debe asegurar la eliminación de los subsidios que benefician a las explotaciones más intensivas y garantizar el apoyo a la agricultura y ganadería familiar. En segundo lugar, la falta de conocimiento y formación entre los productores también constituye una dificultad de importancia decisiva y que muy a menudo pasa desapercibida. En buena medida la desconfianza hacia la puesta en marcha de nuevas prácticas agrarias más sostenibles por parte de los productores tiene su origen en el desconocimiento de su efectividad y beneficios a medio y largo plazo. Por esta razón, la labor didáctica debe ser un pilar clave de cualquier política que trate la mitigación del cambio climático en el sector agrario. Transmitir a los agricultores y ganaderos los beneficios que estas prácticas pueden tener en cuanto a costes, producción y calidad de los alimentos es crucial para lograr que abandonen su desconfianza y hacer que se impliquen como actores claves de esta transformación.
Los consumidores tienen también un papel fundamental: la adopción por parte de la población de una dieta sostenible basada en la reducción del consumo de carne –intentando que la carne consumida proceda en su larga mayoría de explotaciones extensivas– y la sustitución de las proteínas de origen animal por las de origen vegetal favorecería la reducción de emisiones de GEI, minimizaría la huella hídrica y promovería beneficios en la salud pública. Además del cambio de dieta, reducir el desperdicio alimentario también debe ser una pieza central del cambio.
Poner en marcha una transición agroecológica y promover la difusión de la ganadería extensiva, son asignaturas pendientes en España, que deben ser abordadas de forma urgente y siempre apoyadas por un marco legal estable que de seguridad a los agricultores y ganaderos en el largo plazo para que puedan acometer las transformaciones necesarias.
No solamente se trata de una transición ineludible para la lucha contra el cambio climático, sino también una transición indispensable para poder garantizar un futuro sostenible para nuestro planeta y para las generaciones futuras.
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