Como prueba un ambicioso programa que se aplica en Colombia, combinar el pastoreo y la agricultura con la siembra de árboles permite que la tierra produzca más alimento, incrementa los ingresos de los granjeros, recupera espacios degradados y hace que el suelo cultivable sea más resistente al cambio climático. Durante los últimos veinte años el ganadero Carlos Hernando Molina ha ido sustituyendo unas 89.000 hectáreas de tierra de pastoreo por árboles, arbustos y vegetación espesa, pero no ha retirado las vacas. Hoy en día, sus tierras, situadas en el suroeste de Colombia, se parecen más a un vivero permanente de un centro de jardinería que a una zona de pastura. La madera autóctona, de gran calidad, como la del árbol de caoba y algarrobo, crece a lo largo del perímetro de pastura. Los árboles están unidos con cable eléctrico, realizando la función de cercas vivas. En medio de este espacio crecen ejemplares de leucaena, unos árboles fuente de forraje y ricos en proteínas, y debajo se encuentran tres tipos de gramíneas tropicales y vegetales que cubren el suelo, como la planta del cacahuete. Las plantas proporcionan capas verticales de pastura a sus 90 reses, con lo que la producción de leche y carne por hectárea se dobla y se reduce el total de tierra necesaria para la cría de ganado. Esta operación es parte de una tendencia a nivel mundial para producir de forma sostenible una mayor cantidad de alimento por hectárea —sin químicos ni fertilizantes—, a la vez que se reducen las emisiones de los gases de efecto invernadero, se incrementa la biodiversidad y se impulsa la capacidad propia de la tierra para resistir los efectos del Cambio Climático. El ganado y su necesidad de alimento ocupan el 30% de la tierra en todo el mundo, de acuerdo con la Food and Agriculture Organization de las Naciones Unidas. Según Julián Chará, investigador en el Center for Research in Sustainable Systems of Agriculture (CIPAV) de Cali (Colombia), en este país, donde el ganado ocupa el 80% de la zona agrícola, las pasturas han contribuido a la degradación del suelo y a la deforestación, y, en zonas secas, han precipitado su desertificación. Sin embargo, está apareciendo un nuevo paradigma: la conservación de la tierra va de la mano de la producción ganadera. (Lea: ¿Por qué los ganaderos deberían plantar árboles?) La llamada “intensificación sostenible”, insignia de Carlos Hernando Molina, es la práctica agroforestal preferida en Colombia para la ganadería. La agrosilvicultura integra árboles con cultivos alimentarios o ganado, con lo que los granjeros aprovechan los beneficios ecológicos de los árboles. Los plátanos crecen por encima de la planta del café, que quiere sombra, y valiosas maderas resistentes como el roble crecen en hileras junto al maíz y el trigo. “La gente no piensa en la cría de ganado cuando le hablas de agrosilvicultura”, afirma David Cleary, director estratégico de Agricultura en The Nature Conservancy, y continúa: “Lo que está sucediendo en Colombia nos avisa de que tenemos que ampliar lo que entendemos por agrosilvicultura y hacer que esta funcione en cualquier sistema agrícola. En Colombia se prefieren los sistemas silvopastorales porque pueden funcionar tanto en pequeñas explotaciones como en grandes explotaciones ganaderas del sector privado.” Además de conseguir beneficios económicos gracias a un mayor cultivo de alimentos y productos derivados de la madera por hectárea, la agrosilvicultura se valora porque tiene la capacidad de ayudar a los ganaderos, los ecosistemas y los animales a contener los efectos del Cambio Climático, según proclama el World Agroforestry Centerde Kenia. Según Enrique Murgueitio, Director Ejecutivo del CIPAV, a pesar de que las ventajas de la agrosilvicultura están ampliamente demostradas, su coste y las complejidades técnicas son algunos de los factores que refrenan el movimiento. Los granjeros colombianos, igual que tantos otros en el trópico, desean aumentar su productividad y sus ingresos, y a la vez reducir la vulnerabilidad a las temperaturas extremas y las pasturas degradadas, lo que ha provocado efectos devastadores durante periodos de sequía, según Murgueitio. Con los sistemas silvopastorales los granjeros pueden producir, en la mitad de tierra, la misma cantidad de productos lácteos, carne y derivados de la madera, según la investigación realizada por el CIPAV. Se han creado asociaciones público-privadas que apoyan la conversión a sistemas silvopastorales. Según el Banco Mundial, el CIPAV —junto a la Colombia’s Cattle Ranching Federation (FEDEGAN), The Nature Conservancy y el Global Environment Facility de las Naciones Unidas— ha invertido 42 millones de dólares en un proyecto a cinco años para promover la producción agrícola sostenible en Colombia. El dinero llegará a 2.000 granjeros en forma de financiación y asistencia técnica para ayudarles a crear una explotación basada en las prácticas agroforestales. Uno de los objetivos del proyecto es aumentar los ingresos procedentes de la leche y los productos vacunos y reducir el uso de fertilizantes y herbicidas al 30%. El Gobierno del Reino Unido también concede otros 25 millones de dólares para promocionar el crecimiento de los sistemas silvopastorales en Colombia y de los programas medioambientales en África. De acuerdo con el CIPAV, el Plan de Desarrollo Nacional de Colombia para la ganadería tiene el objetivo de reducir la tierra de pastoreo de 38 millones de hectáreas a 28 millones con el uso de sistemas silvopastorales intensivos e incrementar el total de ganado de 23 millones de reses a 40 millones. Algunos ganaderos han plantado árboles y arbustos en tierras de pasto, mientras que otros usan el método de cortar y transportar, que consiste en sembrar campos con árboles y arbustos, como el girasol mexicano, y repartir los tallos frescos entre las vacas en las pasturas. En la granja familiar El Hatico, con una extensión de unas 283.000 hectáreas y situada en el valle colombiano del Cauca, Carlos Hernando Molina, de 55 años, ha reforestado dos terceras partes de las pasturas para aplicar prácticas silvopastorales, con la ayuda de su hermano, Enrique; su hijo, Juan José, de 28 años, y otros trabajadores. Unas 40.400 hectáreas conservan todavía praderas convencionales con grandes doseles arbóreos diseminados alrededor. Molina ha formado a ganaderos de otras partes de Colombia, y también de México y Costa Rica. Asimismo, los ganaderos de Nicaragua, Panamá, Brasil y Ruanda, y de países más desarrollados como Nueva Zelanda y Australia, ya aplican prácticas silvopastorales intensivas para incrementar la producción ganadera y conservar la tierra. En el corazón del sistema silvopastoral colombiano vive la especie leucaena, un árbol de la familia de las leguminosas que crece como la maleza y cuyas raíces, hojas y semillas en vainas son fuente de proteínas. Se caracteriza por unas hojas plumosas, lo que permite que la luz del sol traspase hasta la hierba que crece debajo, y gracias a la resistencia de las ramas puede soportar el continuo pasto del ganado. Las bacterias en los nódulos de las raíces de la leucaena también “fijan” nitrógeno hasta casi un metro bajo tierra, lo que ayuda a la fertilización del suelo de forma natural. Murgueitio afirma que, mientras que las pasturas tradicionales requieren aplicaciones expansivas de fertilizantes y herbicidas, los sistemas silvopastorales se desarrollan con pocos o ningún aditivo o irrigación. Gracias a esta densa vegetación se reduce el crecimiento de malas hierbas y se conserva la humedad del suelo. Instaurar un sistema silvopastoral en Colombia tiene un coste de entre 1.000 y 2.000 dólares por hectárea, en función de la combinación de árboles y arbustos que se use —7.000 arbustos, o 5.000 arbustos y 500 árboles. Uno de los beneficios inmediatos de la práctica silvopastoral para los granjeros que buscan un rendimiento económico es que incrementa la producción de leche. Estella Domínguez, después de cuatro meses de haber sembrado plantas y arbustos forrajeros en sus tierras, afirmó que era la primera vez que podía ordeñar sus vacas dos veces al día, y como tenía que comprar menos fertilizantes y herbicidas, ganaba más dinero. Como Domínguez, la mayoría de los granjeros obtienen beneficios de su inversión al cabo de dos años. Con tantos beneficios económicos, ecológicos y medioambientales, ¿por qué no hay más productores que adopten esta práctica? “El mayor obstáculo es la imagen del vaquero de Marlboro”, comenta Julián Chará, investigador en el CIPAV. La ganadería tiene cinco siglos de historia en Colombia. Históricamente, ha sido una actividad de bajo coste que incluía un ingrediente principal: la hierba. “Los granjeros creen que los árboles y las pasturas son incompatibles”, afirma Chará, y sigue: “Generalmente un granjero tiene en una pastura un árbol de grandes dimensiones que proporciona mucha sombra, pero debajo no crece nada porque es donde se cobija el ganado cuando hace calor.” Según Chará, para que se puedan plantar árboles y arbustos, los productores deben cambiar su opinión sobre ellos y pensar más en la tierra como un organismo vivo que puede producir extensiones de alimento para el ganado. Con unas pasturas sombreadas de modo uniforme, el ganado lechero estará más fresco y comerá a lo largo del día. Los arbustos densos, que proporcionan sombra, retienen la humedad del suelo y los nutrientes, y producen una distribución más equitativa de los estiércoles en vez de acumularlos en un solo punto, concluye Chará. Hasta ahora, ni los bancos ni los ganaderos habían querido invertir en la plantación de árboles y arbustos en las pasturas. Los elevados costes iniciales a los que se tenía que hacer frente suponían un obstáculo, y además hacía falta experiencia para plantar y mantener los árboles. La investigadora de la Universidad de Princeton (Princeton University) Amy Lerner, que ha estado estudiando la agrosilvicultura en Colombia, apuntó otra cuestión: la mayor parte de la propiedad en Colombia no está regularizada. Puesto que los pequeños agricultores no tienen registrados sus títulos de propiedad, los bancos no les pueden conceder préstamos para plantar árboles y mejorar las pasturas. Sin embargo, gracias a los nuevos incentivos, la inversión en sistemas agroforestales está haciendo aumentar los beneficios reales de los sistemas sostenibles de pastoreo y los riesgos que se asocian a mantener el statu quo en una época de cambio climático. A Fabiola Vega se le ocurrió la idea de criar ganado con métodos agroforestales en 2012, al asistir a una charla en una reunión con la comunidad sobre cómo se podía explotar ganado de forma sostenible. En ese momento decidió intensificar su producción ganadera. Su granja, La Cabaña, está situada al pie de los Andes, en el norte del valle del Cauca, en Colombia. Anteriormente la región era conocida por sus plantaciones de café, pero según Fabiola los fenómenos meteorológicos extremos y el Cambio Climático han hecho estragos. “Apenas estaba obteniendo rendimiento de la inversión realizada en el cultivo de café, así que compré un rebaño de vacas para diversificar”, afirma. Entonces, con un préstamo de 20.000 dólares, concedido por el Global Environment Facility y el Banco Mundial, compró árboles y arbustos y sustituyó las áridas laderas —antaño con plantaciones de café— por plantaciones de girasoles mexicanos, árboles de la especie leucaena y gramíneas como el pasto guineo o Cynodon. Su ganado prosperó. El paisaje proporciona ahora beneficios medioambientales, como la conservación del agua y la cobertura forestal, y el fondo GEF/Banco Mundial le ha reducido el préstamo un 40%. Vega, quien compró La Cabaña hace 22 años con los beneficios proporcionados por la plantación de café, tan solo deberá devolver 12.000 dólares. Y lo que es todavía más importante, afirma que su granja actualmente es económicamente rentable. La tasa de reproducción de su ganado vacuno fue del 100% el pasado año (el promedio para una granja de ganado es del 52%, según el CIPAV). (Lea: El ganado engorda gracias a la sombra) Enrique Murgueitio, del CIPAV, afirma que las soluciones con base científica como los sistemas silvopastorales están empezando ahora a mostrar su potencial, cuando los riesgos medioambientales están siendo más evidentes. “La agricultura y los ganaderos en las regiones tropicales son los más afectados por el Cambio Climático”, manifiesta Murgueitio, y añade: “Un tiempo inestable y periodos con fenómenos extremos, como la sequía de La Niña, en 2010 y 2011, se tradujeron en enormes pérdidas y una acusada reducción de las cosechas en Latinoamérica. Aquellos con sistemas silvopastorales no sufrieron dichos efectos.” Puesto que en los sistemas agroforestales las vacas tienen sombra, al igual que alimento, muchas tierras que utilizaban técnicas silvopastorales no necesitaron irrigación durante la sequía de La Niña. Murgueitio concluye que algunas personas pueden menospreciar las innovaciones en sostenibilidad en referencia a la ganadería porque las emisiones de los rumiantes son uno de las mayores causantes de los gases de efecto invernadero. Sin embargo, el ganado criado con las técnicas silvopastorales puede digerir el forraje más fácilmente y reducir sus emisiones de metano en un 20%, según manifiesta el investigador Michael Peters, del International Center of Tropical Agriculture de Cali, Colombia. Estos sistemas también aumentan la capacidad de absorción de carbono tanto de los árboles como de la tierra, y reducen la necesidad de usar fuego para la gestión de los pastos. “La ganadería se sigue considerando ecológicamente dañina, se mire como se mire”, afirma Lerner, de la Universidad de Princeton (Princeton University), “pero en todo el mundo se dedica una enorme parte de tierra cultivable a la pastura. ¿Hay alguna forma de que podamos mejorar estas pasturas?” Tomado del siguiente enlace