Uno de los desafíos más importantes de la humanidad durante las siguientes décadas será lograr un balance entre las actividades productivas necesarias para alimentar a una población creciente y la conservación de los sistemas naturales necesarios para sostener la vida del planeta. Entre los mayores obstáculos para superar este desafío está el cambio climático global que experimenta la Tierra, ya que puede afectar de manera negativa a todas las actividades humanas y la biodiversidad del planeta.
En este contexto, un gran reto es generar soluciones de producción que contribuyan a alcanzar un desarrollo sostenible, garanticen el bienestar de la población y disminuyan la pobreza y desigualdad social. Al mismo tiempo, es indispensable no comprometer la disponibilidad de los recursos naturales para las generaciones futuras.
Problemas de la ganadería tropical
La ganadería convencional es un ejemplo del severo desbalance entre la conservación y la producción de alimentos, ya que se sustituyen los ecosistemas nativos por grandes extensiones de pastizales. En todo el mundo, la ganadería es la causa principal de la destrucción de diversos ecosistemas y de la desaparición de las especies que habitan en ellos. La ganadería extensiva también ocasiona erosión y empobrecimiento de los suelos, contaminación de cuerpos de agua, y representa una de las principales fuentes de emisión de metano —un gas liberado como producto de la digestión de las vacas—, que a su vez contribuye al calentamiento global.
La ganadería tropical tradicional, además de presentar algunos de los problemas antes citados, ocupa grandes extensiones de pastizales con una densidad muy baja de vacas. Es decir, es un sistema poco eficiente, ya que los suelos tienden a perder sus nutrientes y microorganismos y a compactarse al paso del ganado. Por otro lado, al eliminar los árboles de los pastizales se suprime la sombra y se incrementa considerablemente la temperatura local. Además, se reduce la disponibilidad de agua para el ganado y para el ecosistema en general. La ganadería extensiva también causa la contaminación de las fuentes naturales de agua por el nitrógeno de los fertilizantes y el estiércol de las vacas, mientras que la sustitución de la vegetación nativa provoca la desaparición de muchas especies benéficas para el hombre, como las abejas polinizadoras y otros insectos que consumen y contribuyen a la descomposición de la materia orgánica (los escarabajos, por ejemplo).
En las regiones tropicales, el deterioro provocado por la ganadería extensiva compromete el bienestar y la salud del ganado, pues el calor dentro de los potreros hace que las vacas pierdan apetito. Por consiguiente, también disminuyen sus tasas de crecimiento y producción de leche. Además de tener vacas poco productivas, los productores se ven obligados a gastar más dinero en fertilizantes para mejorar el suelo y la calidad del forraje, y en herbicidas para controlar las malezas.
Por si fuera poco, a veces tienen que comprar costosos concentrados comerciales o forraje de maíz para completar la dieta de su ganado. Como resultado, la ganadería tropical tradicional produce carne y leche de baja calidad, poco rentable, con grandes costos ambientales y que, además, se vende a precios bajos, ya que los mercados están acaparados por intermediarios que dejan ganancias mínimas a los pequeños productores.
Sin embargo, las actividades agropecuarias son la base del sustento de muchas familias en las comunidades rurales de las zonas tropicales y forman parte de su identidad cultural. En este contexto, resulta fundamental encontrar soluciones creativas para este complejo problema de sostenibilidad. Soluciones que permitan acercarse a un balance entre la economía, el bienestar social y la conservación de los ecosistemas.
¿Qué se puede hacer para lograr una ganadería tropical sostenible?
Desde el punto de vista social, alcanzar un sistema productivo sostenible implica no sólo mejorar la rentabilidad económica de lo que se produce y los ingresos de los productores, sino lograr que esto se traduzca, en general, en bienestar para la población local, disminuyendo la pobreza y la desigualdad sin comprometer los recursos naturales que serán el sustento de las generaciones futuras.
En el contexto de la ganadería, este objetivo puede lograrse a través de sistemas silvopastoriles intensivos, una modalidad agroforestal que combina una distribución de plantas en diferentes niveles. En el nivel más bajo se encuentran pastos y herbáceas, enseguida arbustos o árboles plantados en altas densidades y, finalmente, árboles dispersos en el potrero, donde se pueden incluir arreglos de especies maderables, frutales y forrajeras (que sirven como alimento para el ganado) e inclusive algunos árboles nativos con valor ecológico. Los árboles y arbustos forrajeros, por su alto contenido de proteína, son una fuente de alimento de excelente calidad para el ganado y proveen sombra y alimento en la época de secas.
En estos sistemas alternativos, la división de potreros y la rotación intensiva del ganado permiten la recuperación temporal de las plantas forrajeras sometidas a pastoreo. Esto mejora la calidad de la dieta del ganado, reduce las distancias que tiene que recorrer para alimentarse y disminuye su deshidratación. La rotación de ganado consiste en dividir un potrero con cercas eléctricas (permanentes o móviles) para limitar el área donde las vacas pastan. Como resultado, las vacas comen una mayor cantidad de plantas, las disponibles en cada sección, en un tiempo menor.
Los distintos componentes de este sistema promueven que las vacas, además de estar mejor alimentadas y menos deshidratadas, tengan menos parásitos y, en general, sean más saludables. En conjunto, estas estrategias se ven reflejadas en un aumento de hasta 12 veces en la producción de carne y de hasta un 80% adicional en la producción de leche. Por eso, estas prácticas permiten tener más vacas por hectárea de potrero, lo que reduce la cantidad de áreas necesarias para la actividad ganadera y libera espacio para la conservación. Adicionalmente, el cambio de dieta modifica los procesos digestivos de las vacas, lo que reduce la cantidad de metano y oxido nitroso que emiten a la atmósfera y disminuye su contribución al calentamiento global.
Desde una perspectiva ecológica, el desarrollo sostenible implica la preservación de la integridad de los procesos biológicos y físicos que sostienen la vida en un mundo cada vez más presionado por las actividades productivas que modifican y fragmentan los ecosistemas naturales. En este sentido, la ganadería sostenible es una práctica que permite mantener la integridad de los ecosistemas al incorporar pequeñas islas de vegetación con especies de árboles nativos (originarios de cada región) dentro de los sistemas silvopastoriles intensivos. Esto hace posible regenerar, aunque de manera fragmentada, cierta proporción de la vegetación original y recuperar algunos de sus beneficios (los reconocidos servicios ecosistémicos).
Un ejemplo de estos beneficios es la descomposición de la materia orgánica que producen los árboles, ya que incrementa la cantidad de nutrientes en el suelo, que a su vez facilitan la recuperación de la comunidad de microorganismos y de la fertilidad del suelo. La presencia de árboles también disminuye la temperatura de los potreros, ayuda en la recuperación de manantiales y pequeños arroyos, y provee refugio para diversos animales, muchos de los cuales pueden contribuir a la regeneración de los ecosistemas aledaños. En particular, estas islas de vegetación pueden atraer a las aves que consumen una gran cantidad de garrapatas del ganado, y a los escarabajos que consumen y procesan el estiércol, lo cual mejora las condiciones de los potreros y la salud de las vacas.
Así, en vez de “competir” con la ganadería por una misma superficie, las islas de vegetación arbórea pueden incluso beneficiar la productividad ganadera, incrementando la fertilidad de los suelos y la disponibilidad de agua, y, en general, manteniendo los elementos ambientales necesarios para la rentabilidad y sostenibilidad de los ranchos a largo plazo. Además, según el contexto y los objetivos de cada productor, la selección de plantas que se incorporen a las islas de vegetación: maderables, no maderables con beneficios para la apicultura, y/o frutales, se pueden convertir en parte del sistema productivo agroforestal y también generar ingresos económicos.
La incorporación de islas de vegetación arbórea dentro de las áreas productivas, además de aumentar la cobertura vegetal y promover distintos servicios ecosistémicos, funciona para crear “puentes” para la movilidad de los animales (aves, mamíferos, especialmente murciélagos, insectos y reptiles) entre zonas de selva que aún están bien conservadas. Finalmente, esta incorporación de islas de vegetación propiciaría un incremento en la captura de carbono de la atmósfera en el tejido de las plantas. Este fenómeno, que se ha descrito como fijación de carbono, ocurre gracias al proceso de fotosíntesis de las plantas, que absorben el bióxido de carbono (CO2) de la atmósfera y lo convierten en carbohidratos, las moléculas que forman parte de sus tejidos. Así, el sembrar árboles dentro de los sistemas ganaderos permitiría reducir la cantidad de CO2 en la atmósfera y sus efectos sobre el calentamiento global.
Perspectivas de ganadería y sostenibilidad. ¿Qué estamos haciendo?
Independientemente de que estas soluciones técnicas constituyan una vía para alcanzar el balance entre los sistemas productivos y la conservación de los ecosistemas, la transición de una ganadería extensiva convencional a una ganadería sostenible es un proceso complejo que requiere de la intervención de diversos actores sociales, como los productores, los gobiernos locales, las organizaciones civiles y los académicos.
Al involucrar de manera continua a todos los actores sociales, a través de un proceso de construcción colectiva de conocimiento, es posible lograr consensos sobre las mejores estrategias para integrar el conocimiento, los valores y las preferencias de los distintos sectores de la sociedad. Este proceso de planeación colaborativa es esencial para desarrollar soluciones factibles y reales dentro del contexto de cada localidad. Para promover la ganadería sostenible también resulta indispensable generar conciencia social sobre el valor de consumir alimentos amigables con el ambiente (con el menor impacto ambiental posible), que generen sociedades de consumo justas, tanto a nivel ambiental como económico.
Actualmente, un equipo interdisciplinario de varias entidades de la UNAM, de la Universidad Estatal Autónoma de Morelos y del Tecnológico de San Andrés Tuxtla, junto con distintos actores del gobierno local, asociaciones civiles y productores ganaderos, hemos iniciado un proceso colectivo para detonar prácticas de ganadería sostenible en la región de Los Tuxtlas, Veracruz. El propósito de esta iniciativa es demostrar que sí es posible lograr un balance entre la producción de alimentos y la conservación de los ecosistemas. Este balance debe redundar tanto en bienestar social como en la conservación de la biodiversidad local. Al lograr esta transición productiva, podríamos ayudar a reducir los efectos del calentamiento global que experimenta el planeta. ¡En otras palabras, confiamos en estar avanzando hacia la utopía de vivir en armonía con la naturaleza!
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