Los recursos naturales que se agotan y un clima cada vez más inestable han dado pie a identificar causas y a plantear soluciones globales que frenen las consecuencias que las prácticas agrícolas sin control, entre otras acciones, están dejando sobre el medio ambiente.

La agricultura regenerativa es una práctica que tiene como enfoque mejorar la salud del suelo, conservar la biodiversidad, aportar a la resiliencia de los sistemas agrícolas y del clima y promover la seguridad alimentaria. Pero existen desafíos que en el país se deben superar para poder propiciar esta práctica, y uno de ellos es la conectividad del campo.

La agricultura tradicional ha afectado el suelo, generando deforestación por el uso excesivo de químicos y pesticidas. De ahí que en el país se deben generar las condiciones para permitir que la agricultura regenerativa tenga más presencia en el campo nacional, beneficiando no solo al productor, sino también las condiciones del suelo, indicó Katherine Vargas, gerente de Recursos Naturales de Esri Colombia, empresa de tecnología líder en Sistemas de Información Geográfica (SIG) en Colombia.

Añadió que “uno de los principales retos del campo colombiano es la conectividad y la posibilidad de entregar información cuando se necesita. Hay mucho que trabajar en cuanto a tecnología, porque se piensa que el campo es la finca y no, el campo es todo el entorno, y, en este orden de ideas, es importante tener en cuenta que entre más información hay del entorno, más aproximación habrá de lo que se puede cultivar y de sus resultados”.

Agricultura de precisión

Con apoyo de la inteligencia artificial y del Internet de las Cosas, una de las tecnologías que más ayuda al éxito de la agricultura regenerativa es la de los Sistemas de Información Geográfica (SIG) porque permite los siguientes aspectos:

• Mantener localizada cada semilla y cultivo.
• Desarrollar modelos de producción planificados e informados.
• Maximizar el uso de toda la tierra, identificando problemas a tiempo para tomar decisiones acertadas y oportunas.
• Reducir los riesgos de pérdida de cosecha.
• Simplificar los procesos de capturas de datos en los terrenos y monitorear en tiempo real las operaciones en campo, entre otros.

Todo este ecosistema tecnológico integrado genera las condiciones para que en el país pueda hablarse de una agricultura de precisión, que no es más que la modernización de los procesos agrícolas a unos que utilizan mapas inteligentes para lograr cultivar de manera sostenible, optimizando prácticas y conectando la tierra. (Lea en CONtexto ganadero: Agricultura regenerativa, aliada para un futuro sostenible)

“Con tecnología geoespacial se puede comprender no solo indicadores sobre la cosecha, sino también los de la etapa de distribución. Esta tecnología, que usa la geografía como punto de partida, arroja datos en mapas que dan a conocer el estado de las vías, accesibilidad, condiciones climáticas, entre otros tantos datos relevantes para distribuir la cosecha y tomar decisiones oportunas”, indicó.

Vargas asegura que, aunque las tecnologías existen, la mayor parte de la agricultura del país es de experiencia, porque se trata de campesinos que llevan generaciones cultivando la tierra de la misma manera. “La tecnología es un tabú para los pequeños agricultores y en eso se necesita apoyo en educación. Sin embargo, para los medianos y grandes la tecnificación es algo que ha servido, incluso en la práctica de la agricultura convencional”.

En Colombia aún no existen cifras claras sobre los resultados de la agricultura regenerativa en términos de rentabilidad. Algunos grandes productores son los que pueden dar fe, desde sus propias experiencias, del éxito de la práctica regenerativa versus la convencional, aseguró Vargas. (Lea en CONtexto ganadero: Las 7 Ms de la agricultura regenerativa que necesita conocer el productor)

Sin embargo, en Chile, según la Pontificia Universidad Católica de Chile, un estudio hecho a 17 productores que trabajan con agricultura regenerativa demostró que todos los predios aumentaron sus ingresos netos, logrando una reducción en los costos de producción equivalente a los $372.000 pesos chilenos (unos USD 400) por hectárea (ha), en promedio.

“La estrategia existe y la tecnología también, ahora hay que lograr que las condiciones se den para poder tener una agricultura realmente sostenible y responsable en Colombia”, concluyó.