La innovación biotecnológica es la variable central que impulsa la agricultura, más que el uso de los insumos o la ampliación de la frontera agrícola. El caso de Estados Unidos.
Está comprobado que hay una relación directa en el agro norteamericano entre la inversión en investigación científica y tecnológico (R&D) y el extraordinario incremento de la productividad experimentado en los últimos 60 años, de acuerdo al Departamento de Agricultura de Estados Unidos (USDA, por sus siglas en inglés). (Lea: ¿El tamaño del bovino determina su productividad?) Por eso, el sector agrícola estadounidense producía 2,5 veces y media más en 2004, mientras utilizaba menos insumos por hectárea que en 1948 (alrededor de un 30 % menos), y lograba la mayor producción en 6 décadas. La Reserva Federal de Chicago señala que hay 2 etapas nítidamente diferenciadas en lo que se refiere a las fuentes del aumento de la productividad agrícola en este período. En la etapa 1948/1980 más de las tres cuartas partes del alza de la productividad derivó del aumento de los insumos utilizados por trabajador, en tanto que en la segunda (1981/2004) un nivel superior a los dos tercios de la eficacia productiva fue obra de la productividad de todos los factores (PTF), que es sinónimo de innovación tecnológica, y diferente de la productividad del trabajo. (Lea: La biotecnología abre el debate entre productividad y salud humana) USDA afirma que la tasa de retorno de las inversiones en investigación científica y tecnológica agrícola es superior a 20 % sobre el capital invertido, y es la más elevada del negocio agroalimentario norteamericano. Las inversiones en innovación agrícola abarcan el ámbito de la salud y del estilo de vida a través de la alimentación. Gran parte de las causas de muerte en Estados Unidos son provocadas por trastornos alimentarios, como la diabetes, las enfermedades cardíacas y vasculares, y las patologías relacionadas con la obesidad y la hiperobesidad. Por eso la nutrición es el área que recibe más inversiones en el negocio agroalimentario norteamericano, y la que ofrece las mayores posibilidades de expansión. (Crónica: Sembrando productividad) El ciclo de inversión en biotecnológica requiere entre 8 y 10 años de maduración, y en cada uno de ellos hay que realizar importantes e ineludibles inversiones financieras. Pero es altamente probable (más de 80 % de los casos) que en ese proceso de investigación y desarrollo científico y tecnológico se logre duplicar el nivel de ganancias genéticas, y de esa forma aumentar los rendimientos, incrementar la productividad. Así surgieron productos como las semillas de soja dotadas de ácidos Omega/3, directamente destinadas a la industria de la salud y la nutrición, al igual que desarrollos genéticos que requieren menos pesticidas, al tiempo que su productividad es mayor. (Blog: Productividad y ecología en la ganadería tropical) USDA advierte que los rendimientos agrícolas por hectárea se multiplicaron por 10 en Estados Unidos entre 1940 y 2015, y la producción de maíz se incrementó por 5 en ese período con una menor superficie sembrada. El resultado ha sido una declinación de 37 % en el uso de pesticidas químicos y un aumento de 22% en los rendimientos por hectárea. El dato central de este boom de productividad ha sido que se ha utilizado menos superficie sembrada, lo que significa en términos históricos que la fase del aumento de la producción a través del auge de los insumos ha quedado definitivamente atrás en Estados Unidos en los últimos 20 años. (Lea: Indicadores de productividad y eficiencia, claves del doble propósito) Lo que ha ocurrido en el agro norteamericano es un cambio cualitativo en la historia del capitalismo; y ha comenzado ahora una nueva revolución industrial que tiene en la agricultura de Estados Unidos a uno de sus protagonistas fundamentales. Fuente: Clarín.