La calidad del agua juega un rol crucial a la hora de realizar el manejo de plagas, malezas, insectos y enfermedades sobre los cultivos. De ahí la importancia de su cuidado y conservación.
Tras una sequía en Argentina –que dejó importantes daños productivos y económicos– se impone un análisis minucioso para la nueva campaña, una planificación integral, una utilización de tecnología de avanzada y un manejo integrado de malezas, plagas y enfermedades, como aspecto fundamental para revertir esos magros resultados de cara a las previsiones más prometedoras, según una nota publicada en el portal Infocampo.
En el caso de las malezas, un aspecto crucial es la calidad del agua, ya que los controles fitosanitarios requieren ciertas condiciones indispensables para lograr su efectividad. Por ende, “la receta imbatible está en la elección del herbicida adecuado y el acondicionamiento del agua de aplicación para maximizar su acción”.
“En Argentina, solo el 30 % de los productores conocen la importancia de la calidad del agua en el control de malezas, insectos y enfermedades”, explicó el ingeniero agrónomo Santiago Caterina, supervisor de desarrollo de ALZ-Agro, una empresa que ofrece un “corrector” de la calidad de agua que hace más eficiente los tratamientos, señala el portal.
El investigador aseguró que realizó al menos 380 muestras de agua en todo el país, y los análisis recabados en esa encuesta arrojaron que en el 94 % de los casos fue necesaria la corrección del agua. “Conocer las propiedades fisicoquímicas de las aguas de asperjado resulta fundamental para realizar una aplicación eficiente y de calidad”, agregó Caterina. (Lea en CONtexto ganadero: Controlar el crecimiento de las malezas puede salvar a sus bovinos)
Además, indicó que los parámetros que definen esa calidad son la dureza, el pH, la alcalinidad y la turbidez, cualidades que influyen directamente sobre el rendimiento de los productos fitosanitarios y de su correcta aplicación. En cambio, “el agua de mala calidad interfiere en la acción de los principios activos de las formulaciones y disminuye su efectividad”.
Así, el acondicionamiento del agua ayuda a eliminar o reducir los contaminantes y permite que los herbicidas actúen de manera más eficiente en el control de malezas.
Adicionalmente, es clave la adopción de prácticas de manejo adecuadas, como el uso responsable de productos químicos, la implementación de técnicas de conservación de suelos, el monitoreo de la calidad del agua y la adopción de estrategias de gestión sostenible de los recursos ambientales.
Manejo integrado
Las malezas son una amenaza para la producción agrícola, que pueden llegar a reducir el rendimiento de los cultivos en más del 30 % y que además pueden comprometer la inocuidad o calidad de las cosechas, según esta nota de Bayer.
La aplicación de productos con actividad herbicida facilita notablemente la práctica agrícola y al mismo tiempo permiten reducir la labranza, mejorando la estructura de los suelos y la retención de materia orgánica y humedad. Sin embargo, el uso de herbicidas como única estrategia de control trae consigo el problema de las malezas resistentes. (Lea en CONtexto ganadero: 6 claves para controlar malezas en predios ganaderos)
La aparición de malezas resistentes es un desafío global y está en aumento. El 25 % de las malezas catalogadas como más dañinas, ya es resistente a uno o más modos de acción de herbicidas disponibles en el mercado. Por eso, es necesario que los productores diversifiquen sus estrategias de control para evitar la aparición de resistencia.
La falta de nuevos herbicidas que neutralizan esta resistencia es un grave problema que amenaza la sostenibilidad de los modelos agrícolas actuales. Es necesario encontrar nuevos herbicidas eficaces y nuevos modos de acción.
El manejo integrado de malezas involucra el uso y rotación de herbicidas y modos de acción, acompañado por la diversidad de medidas no químicas como rotación de cultivos, fecha de siembra adecuada y densidad de siembra recomendada para la región. El objetivo de las estrategias de manejo integrado de malezas es reducir la presión de las plantas invasoras y mantenerlas dentro de niveles aceptables, permitiendo que los herbicidas funcionen correctamente y reduciendo así la presión de selección para la resistencia.