Se percibe un clima económico más favorable. A pesar de las enormes dificultades que enfrenta la economía en el plano fiscal, es indudable que las cosas están mejorando.
Desde el año 2013, la tasa de crecimiento anual de la economía venía descendiendo. El año anterior registró un pésimo nivel de apenas el 1,8 %. El balance económico de Santos fue, como casi todo en su gobierno, decepcionante. El país necesitaba un nuevo aire y las cifras parecen confirmar un cambio de tendencia. Es probable que el crecimiento esté alrededor de 2,7 %, que es positivo teniendo en cuenta la incertidumbre que generó el año electoral. Para el 2019 es probable que supere el 3,3 %. Muy buena señal es la aprobación del presupuesto de $259 billones sin los ríos de mermelada que el ministro Cárdenas utilizaba para obtener el mismo fin. Al ministro Carrasquilla lo fortaleció políticamente la fallida e injusta moción de censura que presentó la bancada de oposición. Falta, eso sí, la ley de financiamiento por $14 billones para suplir la exigencia de contar con un presupuesto en equilibrio.
El mejor precio del petróleo ayudará con unos muy necesarios ingresos adicionales a las finanzas públicas. Pero sería irresponsable confiar en la estabilidad de los precios del crudo. Por el contrario, sería prudente generar un colchón de ahorro, así sea pequeño, para cuando cambie la tendencia.
El tema fiscal sigue abierto porque la estructura tributaria es demasiado penalizante. Se dice que 12 mil colombianos han renunciado en los últimos años a la nacionalidad para no seguir sometidos a un sistema impositivo que está desbalanceado y ofrece pocos atractivos. Queda la tarea de impulsar una reforma estructural en la que se aborden, por fin, los temas pendientes que se requieren para reactivar la economía y promover la creación de empleo formal. Es hora de que entendamos que sin una mayor formalización, el problema fiscal no tendrá solución.
Si en Colombia las cosas mejoran, en el exterior el ambiente es de contrastes. China acusa el golpe de las medidas proteccionistas estadounidenses, y su ritmo de crecimiento desciende a 6,5 por ciento en el tercer semestre, el más bajo en nueve años. Esta noticia es preocupante pues, en los últimas décadas ha sido el motor principal de la economía mundial. Europa está enredada en los temas internos como el futuro del brexit, y las tensiones secesionistas que se observan también en Italia. Las dificultades de España con el asunto catalán siguen vivas y sin resolución. El vecindario también está en problemas con la crisis insoluble de Venezuela, el derrumbe argentino y los temores que suscita el rumbo del Brasil. Y los múltiples frentes de conflicto de Trump (Irán, Arabia Saudita, Turquía, Centroamérica) pueden tener desenlaces imprevisibles.
El viento favorable que sopla para Colombia es una buena noticia, pero no debe distraer el ánimo reformista del Gobierno. La bomba pensional sigue siendo una espada que pende sobre la viabilidad futura de las finanzas públicas. Igualmente, hay que repensar el tema de descentralización, que es una de las facetas más preocupantes de la crisis institucional. Y la salud, la educación y la justicia también son prioritarias en esta agenda de cambios que el país requiere.
**Miguel Gómez Martínez. Asesor económico y empresarial
[email protected] Portafolio, octubre 23 de 2018**