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¿Sepúlveda es también una víctima?

Por Eduardo Mackenzie - 02 de Septiembre 2014

Las “revelaciones” de Andrés Sepúlveda son probablemente el resultado de una operación policiaco-judicial típica del comunismo más bestial.

Las “revelaciones” de Andrés Sepúlveda son probablemente el resultado de una operación policiaco-judicial típica del comunismo más bestial. El partido Centro Democrático (CD), principal víctima de las acusaciones que el hacker ha lanzado, no parece haber analizado por completo este asunto. El excandidato presidencial Oscar Iván Zuluaga y el expresidente y senador Álvaro Uribe Vélez  anunciaron que entablarán demandas contra el hacker. Ello, claro está, hay que hacerlo, pero la acción de la oposición no puede limitarse a eso.

Obviamente, Sepúlveda no es un héroe. El adoptó una postura que algunos pueden juzgar chocante. El no resistió las presiones (y a lo mejor, a las torturas  psicológicas y físicas) que sufrió, y sufre quizás todavía, durante su detención y entró a “colaborar” con la Fiscalía. Lo de las amenazas de muerte contra él  hace parte de un juego psicológico, bastante macabro, para ablandar a un acusado detenido. Como lo fue su excarcelación decidida por un juez y su re encarcelación ordenada por un fiscal. Desde ese ángulo hay que admitirlo: el hacker es también una víctima. La víctima de un engranaje siniestro, muy superior a él. Con sus actos actuales, el hacker está tratando de salvar su vida y la de su familia. Es una reacción legítima. El demonio no es él.

La práctica de la “colaboración” con la Fiscalía --lo que implica el lanzamiento de acusaciones aberrantes contra los adversarios del Gobierno--, fue algo que apareció desde el primer momento de la captura de Sepúlveda.  La prensa lo tomó como un hecho cumplido. Sepúlveda se negó, pero durante las semanas de cautiverio y soledad (nadie organizó siquiera un comité de defensa que le ayudara a mantener la moral en alto y que exigiera el respeto de sus derechos civiles), cambió de actitud y se plegó a lo de la “colaboración”.  Y terminó recitando el libreto que le presentaron.

El país ha visto sus “revelaciones”. No estamos ante la típica confesión confusa, incompleta y espontánea de  un sospechoso que ha sido confundido por sus interrogadores. Estamos ante un papelón muy bien redactado,  donde no falta nada, donde todas las piezas encajan perfectamente. Es una confesión auto acusatoria en regla, contra el detenido y contra el sector más alto de la oposición político-parlamentaria colombiana. Y, lo más grave, contra las Fuerzas Armadas, sobre todo contra la inteligencia militar. Y es una amenaza contra la fuerza pública que no se aclimata a los dictados “de paz” de las Farc. La bufonada es tan perfecta que devino imperfecta.

Tras el primer acto --las “revelaciones”-- siguió el segundo: un senador antiuribista apareció blandiendo “pruebas” que harían parte del secreto de la instrucción en cualquier país con un sistema judicial garantista. ¿Cómo es posible que el senador Benedetti tenga en su poder una supuesta agenda del detenido y cómo es posible que la Fiscalía no se inquiete por esa anomalía? ¿Cómo es posible que un abogado no pida por eso la anulación del proceso?

Estamos, pues, ante algo mucho más complejo y devastador de lo que la prensa llama, de manera burda y superficial, el “ventilador”.

Si se examina el material aparecido en estos días se ve que no falta un solo ingrediente de la técnica facho-comunista de las falsas confesiones arrancadas a la fuerza. Vimos, además, dos frases reveladoras. El hacker dice, en la supuesta carta que la prensa dice que él le envió al fiscal Montealegre: “Afortunadamente fui detenido a tiempo y el daño no fue más grande”. Increíble. El hacker se felicita por haber sido detenido. Es el tipo de frase contra-evidente que lanzaban los acusados en tiempos de los Procesos de Moscú, cuando Stalin liquidó la vieja dirigencia bolchevique. Todos admitían cosas absurdas como haber estado complotando, desde el comienzo de la revolución rusa, con el imperialismo, y después con Hitler, y hasta con el soberano japonés. Un poco antes, el hacker Sepúlveda dijo: “Le agradezco al fiscal por su respaldo en este momento”. (1)

Esas frases alucinantes recuerdan también las del General cubano Arnaldo Ochoa y del llamado “grupo de Tony de la Guardia”--, quienes fueron fusilados (cuatro de ellos) y condenados a 30, 25 y 10 años de prisión (10 de ellos), en julio de 1989, tras  un proceso militar grotesco mediante el cual Fidel Castro quiso impedir que Gorbachov lo desbancara y que Estados Unidos demostrara los lazos que la dictadura castrista había tejido con el cartel de Medellín. Ante el tribunal de bolsillo, el General Ochoa afirmó que era culpable y que ante el paredón su último pensamiento sería “para Fidel”. Patricio de la Guardia, otro fusilado, dijo que no había sido torturado, ni física ni psicológicamente, y que su familia no había sido sometida a presiones policiacas.

Eduardo Díaz Izquierdo, condenado a 30 años de de cárcel, dijo: “(…) quiero limpiar la mancha tan grande que le he hecho a la revolución y la traición tan grande que les he hecho a los principios del Comandante en Jefe [Fidel Castro]”. Brutal, este último salió diciendo que el tribunal militar no había sido “suficientemente drástico” pues todos merecían “la pena capital”.

Al hacker no lo sentenciaron a la pena capital pero lo han puesto a jugar un amargo papel. Es como si Montealegre hubiera logrado montar un dispositivo represivo nuevo en donde el acusado es tratado con métodos penales exógenos, no colombianos, sino propios del castrismo y de la ex URSS: el acusado se acusa y acusa a otros y agradece a su acusador y represor.

Gran conocedor de estas cosas, el excomunista Arthur Koestler, en su novela El Cero y el Infinito, describe los métodos que fueron utilizados contra Zinoviev y los jefes bolcheviques durante el periodo del gran terror en la URSS de Stalin. Lo que Koestler llama el “método del aplastamiento físico total del acusado”, incluye interrogatorios ininterrumpidos hasta que el detenido pierde la noción del bien y del mal, del día y de la noche, etc. Con tales técnicas, donde la falta de sueño y de reposo es factor clave, el interrogador busca obtener el “derrumbe de la superioridad moral de la víctima” ante su verdugo. Este busca que el acusado quede convencido de su culpabilidad y de su vileza para evitar que más tarde, antes de ser llevado al paredón, o de ser encerrado de por vida en una celda, se atreva a rechazar las acusaciones y a denunciar la trágica farsa. Ese método les funcionó muy bien hasta el derrumbe del bloque soviético.

¿No es eso lo que le ha ocurrido a Sepúlveda?

Andrés Sepúlveda, o más bien sus represores, abrieron una nueva página. El hacker dice que está muy complacido por haber sido detenido y le da las gracias al fiscal por todo lo que ha hecho con él en estos meses de detención, angustia y aislamiento. ¿Cuándo los inculpados y/o detenidos en Colombia asumieron una posición semejante? Jamás. Hasta hoy el acusado, incluso después de haber confesado, podía contradecir su confesión y alegar que había sido “torturado” o “presionado”. Algunos abusaron de eso y hasta lograron escapar del país y de la justicia aprovechando las garantías procesales que ofrecía el derecho colombiano. La sumisión psicológica en la que está inmerso Sepúlveda es algo totalmente inédito y aterrador.

Están pues edificando en Colombia, a espaldas de todo el mundo, un monstruo judicial de siete cabezas para destruir la oposición parlamentaria y toda disidencia intelectual y política. Están haciendo eso con el pretexto de “salvar” un proceso “de paz” que, en realidad, es una involución hacia la barbarie.

El episodio del hacker, con sus ínfulas iniciales, su captura espectacular, con la infiltración del misterioso auxiliar español y el derrumbe moral del detenido, intriga a mucha gente, incluyendo a distinguidos columnistas no necesariamente uribistas. Ese obscuro episodio merece ser investigado por la Procuraduría, por el Parlamento y por lo que queda de periodismo independiente en el país. Pues todos esos sectores, congresistas, funcionarios, periodistas, van a pasar en el futuro bajo esa misma aplanadora. Si no la desmontamos antes.

Montealegre, y los fiscales que están involucrados en esa turbia operación, deben responder. Hay cosas muy ocultas que deben salir a la luz pública. ¿Qué métodos utilizaron para producir semejantes resultados? ¿Qué ofertas le hicieron? ¿Qué amenazas le hicieron? ¿Intimidaron a la familia? ¿Qué tipo de interrogatorios, qué duración, qué intensidad, qué régimen alimenticio, qué drogas le administraron, y sobretodo, cómo jugaron con las horas de sueño durante los interrogatorios?

Heredados del totalitarismo, esos métodos son reales, muy efectivos y son empleados en Cuba.  ¿Cómo llegaron a Colombia?  El fiscal Montealegre tiene la palabra.

(1). Ver: http://www.noticiascaracol.com/nacion/video-330803-quiero-se-sepa-la-verdad-carta-del-hacker-sepulveda-al-fiscal