Ante cualquier escenario de crisis, es preciso hacer un retroceso en la historia y conocer las causas y las posibles decisiones que, en el pasado, se hayan tomado para poder recobrar la senda del progreso.
En 1977, cuando el demócrata Jimmy Carter asumió la Presidencia de Estados Unidos, recibió un país que crecía al 4,6% y en sus dos últimos años de gobierno, tuvo el mediocre desempeño de -0,2% (1980) y 2,5% (1981).
Luego, en 1981, asumió la presidencia el republicano Ronald Regan, un defensor del libre comercio, la propiedad privada y el tamaño limitado del Estado. Si bien en 1982 el crecimiento había sido de -1,8%, en los años siguientes la Unión Americana logró en 1984, la insólita tasa de crecimiento del 7,2%.
Pero... ¿Qué fórmula utilizó el presidente Reagan para salir de la crisis de Carter? La respuesta está en una frase que pronunció en el primer año de su mandato: “en la presente crisis, el gobierno no es la solución para nuestros problemas, el gobierno es el problema”.
La burocracia, las altas tasas impositivas y las excesivas regulaciones, son trabas innegables para el crecimiento del sector privado del cual –contradictoriamente– se sirve, con el pago de sus impuestos.
Lo curioso es que las características antes mencionadas son, per se, una descripción exacta de lo que sucede en Colombia: en medio del fuerte golpe económico causado por la pandemia de la COVID-19, sale a la luz la necesidad imperiosa de hacerle cambios estructurales al Estado, empezando por su reducción.
La función pública prioriza su nómina sobre los ingresos de los ciudadanos, que han visto cómo en el último año su libertad se ha visto cercenada –a pesar de estudios que demuestran la ineficacia de las cuarentenas–, afectando la generación de riqueza al detener el funcionamiento del comercio y limitar la capacidad de producción de las empresas, obligándolas incluso a reducir sus puestos de trabajo. Aumentar las regulaciones no es la solución, sino el problema.
No podemos creer la mentira de la supuesta “solidaridad Estatal”, pues lo que el gobierno le entrega con la mano derecha, se lo quita con la mano izquierda; la evidencia está en la reforma tributaria presentada como contra prestación de “ayudas gratis”.
Otro ejemplo que vale la pena destacar es Estonia. En 2008 explotó la crisis financiera, cuyo génesis fueron ‘the community reinvestment act’ (1977) aprobada por Jimmy Carter, con el objetivo de entregar créditos a personas sin capacidad de pago; y las entidades estatales Fannie Mae y Freddie Mac, que crearon los Mortgage-Backed Security (MBS).
Dicha crisis golpeó fuertemente al mundo. Pero mientras el PIB de España, Alemania, Estados Unidos y Portugal cayó el -3,7%, -5,6%, -2,5%, -3,1% respectivamente; en Estonia fue del -14,4%. Ahora, la caída del PIB en Colombia para el año 2020 fue de -6,8%, un poco menos que la que tuvo Estonia producto de la crisis financiera; sin embargo, su solución fue muy diferente a la que hoy propone el gobierno colombiano.
Estonia tuvo tres opciones: 1. Esperar a ser rescatada por la Unión Europea (como hizo Grecia); 2. Subir los impuestos (como plantea Colombia); 3. Hacer una disminución drástica del tamaño del Estado.
Partiendo de la evidencia, se descartaron las dos primeras alternativas y decidieron aventurarse por un camino del cual no tenían una experiencia cercana.
El gobierno de dicho país decretó una leve disminución de impuestos y redujo drásticamente sus gastos; consecuencia de ello, en el 2009 despidió al 40% de los funcionarios públicos para aliviar las cargas sobre el sector privado.
Un sistema tributario ejemplar como el de Estonia –el más competitivo de Europa según la Tax Foundation–, sumado a una baja regulación, un proceso de identificación y corrección de ineficiencias y un Estado pequeño, conformaron la piedra angular de la recuperación del otrora territorio comunista.
Las consecuencias de dichos cambios los siguen acompañando en la actualidad. El desempleo durante la pandemia en Estonia es del 6,4% frente al 15,4% de Colombia. En cuanto al crecimiento económico, en el 2019 Estonia reportaba un 4,9% frente al 0,5% de Alemania, 1,9% de España y al 2,1% de Estados Unidos. En cuanto a PIB per cápita, Estonia logra la suma de $USD 29.600, frente a los $USD 6.428 de los colombianos.
Nosotros necesitamos con urgencia entrar en un plan “burocracia 0” y corregir las ineficiencias del Estado. Al tiempo, se debe disminuir impuestos, eliminar regulaciones innecesarias, disminuir los costos asociados a la creación de empresa y facilitar la generación de nuevos emprendimientos. Es hora de hacer más con menos.
Es increíble que el gobierno les pague a expertos para saber cómo sacar más dinero de los bolsillos de las familias de la clase media, pero no para ver cuáles son sus falencias.
La mejor política social que se puede implementar es la del empleo, pues es la única que dignifica y libera al ser humano.