Alfonso Santana Díaz

El talante de nuestros ganaderos y el arancel de Trump

Por Alfonso Santana Díaz - 10 de Abril 2025


En esta nueva guerra que se ha desatado en el mundo, utilizando como arma los aranceles, al final del día la pregunta es ¿quién paga la cuenta, es decir, quién asume el costo de esa tributación: el consumidor o el productor-exportador?

Desde luego ambas partes intentan defenderse del impacto que causa este mayor costo. Los primeros, reduciendo el consumo o sustituyéndolo, y los segundos, reduciendo costos de producción y exportación para colocar en el mercado productos con precios que eviten la contracción de ese segmento de mercados o buscan nuevos consumidores en otros países que no tengan ese extra costo.

Independientemente de la necesaria intervención diplomática y comercial que están haciendo los países para buscar bajar este impuesto-castigo que impone Estados Unidos con razones suficientemente bien soportadas, la virtud de este remezón arancelario es que obliga a nuestras cadenas productivas y exportadoras a controlar su estructura y sus costos. En otras palabras, obliga a revisar el tema de la productividad y a desempolvar y a poner en práctica las nociones de eficacia y eficiencia, porque la alternativa de buscar nuevos mercados no es fácil ni rápido, como tampoco lo es el volcar esa producción que se exportaba al mercado interno.

Si bien al sector bovino colombiano no le impacta fuertemente este nuevo arancel —por la sencilla razón de que no exportamos carne a Estados Unidos, aunque sí lácteos—, algo de ese impacto se traslada vía mayores precios en el mercado interno para compensar el mayor costo de las exportaciones. De otra parte, arribar al mercado norteamericano o mantenerse en los que hoy Colombia tiene, no puede depender, como hasta ahora ocurre para algunas exportaciones del sector, de las ‘buenas y malas’ de la tasa de cambio.

Es cierto que los ganaderos han avanzado en productividad pese a las vicisitudes que impone la inseguridad. Muchas iniciativas han surgido con éxito, impulsadas por el talante de los ganaderos y promovidas desde Fedegán bajo una visión ambiental. Así lo demuestran los lectores de CONtexto ganadero que buscan temas de administración de la empresa ganadera, de genética, de innovaciones, de razas, de ganadería regenerativa, entre otros. Y los resultados han sido buenos. En la última década -hasta 2024- el peso promedio de los animales beneficiados pasó de 405 a 428 kilogramos/animal (superando en los dos primeros meses de 2025 los 447 kilogramos por animal) y el rendimiento de la canal pasó de 51,9 a 52,5 por ciento (52,8 por ciento en enero y febrero de 2025). Además, el nivel sanitario que ha alcanzado nuestro hato —gracias a la campaña de vacunación contra la aftosa y otras enfermedades—, le ha permitido al país ampliar el portafolio de países compradores de nuestra carne y nuestro ganado en pie en forma importante.

Pero también es cierto que nuestros indicadores técnicos están lejos de lo requerido para soportar una ganadería rentable, eficiente y competitiva, y también lejos de los indicadores de otras economías ganaderas de la región, pero aún más grave es que no hemos logrado consolidar un trabajo que permita aumentar la productividad de las cadenas productivas.

La guerra de aranceles es un llamado a volver sobre esos fundamentales de la producción —la productividad, la eficiencia y la eficacia—, máxime que los resultados de la diplomacia muy difícilmente puedan llegar a buen término, pues en el día funcionarios del gobierno colombiano hablan con el sector privado para iniciar conversaciones con el gobierno de Trump y en la tarde habla con el gobierno chino y busca fortalecer un bloque económico latinoamericano como contrapeso. Gajes del doble discurso, del que sufren los ganaderos todos los días con el tema de la tierra.