Sucesor de Juan Manuel Santos en el Ministerio de Defensa en 2009, es nombrado por Juan Manuel Santos en 2010 como embajador en Estados Unidos. Así pues, durante la última década, la trayectoria de Silva ha estado ligada al presidente de la República y, por tanto, no es de extrañar su gratitud y generosa obsecuencia, que lo han llevado a fungir de leal escudero y abanderado de la candidatura reeleccionista de su mentor.
Eso está bien. Es su derecho expresar libremente sus preferencias políticas y defenderlas con ahínco. Lo que no está bien; lo que no puede hacer Gabriel Silva desde su nuevo papel de “formador de opinión”, es precisamente deformarla. Lo que no puede hacer es acudir a la estigmatización generalizante y peligrosa, y esconderse tras la foto amable con que se muestra en su columna.
Para empezar, si a él le parecía que durante el Gobierno Uribe se estaban otorgando privilegios a ‘los más feudales y retardatarios terratenientes’, ¿por qué no lo denunció como dirigente gremial? ¿No será porque entonces representaba a algunos de los que hoy llama despectivamente ‘feudales y retardatarios terratenientes’? ¿Por qué le aceptó el ministerio de Defensa al presidente Uribe? ¿Con qué autoridad recrimina implacable a los uribistas que hicieron parte de la burocracia y hoy, desencantados de esta administración, hacen uso, como él, del legítimo derecho de disentir y estar de acuerdo o en desacuerdo con una u otra candidatura ¿No es arrogante, por decir lo menos, descalificar la oposición ideológica o política de quienes no comparten su entusiasmo santista?
Me parece inaceptable esa doble moral, pero allá él con su coherencia. Lo que rechazo con indignación, desde mi condición de presidente de Fedegán, es el ataque injustificado a los ganaderos, porque no es siquiera sensato referirse a cerca de 500 mil colombianos como despojadores y ladrones de tierras. Quien fue dirigente gremial agropecuario durante siete años, debería conocer la realidad de la producción rural. Para no ir más lejos, ahora mismo, sus antiguos representados, los cafeteros, piden a gritos en un paro que lleva varios días, más de lo que Silva hoy sataniza como exagerados privilegios, y no precisamente para enriquecerse, sino para no quebrarse y caer en la más desamparadora pobreza.
Y quien fue ministro de Defensa, debería conocer la historia y la realidad de la violencia en el país, antes de atreverse a afirmar que su jefe, “…le puso coto al despojo impune de tierras por parte de ganaderos y terratenientes, muchos de ellos ligados al paramilitarismo y las bandas criminales”. Muchos es mucha gente, doctor Silva. Si algún ganadero, como cualquier colombiano, cruzó la línea del respeto a la Ley, que sea perseguido y castigado, pero su conducta no compromete a 500 mil colombianos dedicados a la ganadería. En el entretanto, el Gobierno negocia con las Farc la Ley y la Constitución, para ceder a 50 años de accionar criminal narco-terrorista. Y Silva está de acuerdo.
Los ganaderos, despojados también por guerrilleros y paramilitares, como está empezando a mostrar la Ley de Víctimas y Restitución de Tierras, le hemos dado nuestro apoyo irrestricto a esta política justiciera y necesaria. Por lo tanto, no aceptamos ser acusados por su escudero de despojadores impunes. Los ganaderos seguiremos respaldando el fortalecimiento de la Seguridad Democrática como único camino para alcanzar una paz justa y sin impunidad y, por supuesto, seguiremos condecorando a nuestros héroes, aunque no sea del gusto del exministro.
Si quiere ganar aplausos, que no lo haga echando leña a la hoguera, insultando la dignidad de los ganaderos, ni poniendo en riesgo su seguridad y su vida. Le exigimos respeto por los ganaderos, doctor Silva.