Por sus intereses políticos, los mamertos colombianos nunca mencionan la capacidad criminal de las mafias del narcotráfico que actúan en cualquier parte del mundo. Como fue el caso de la masacre de Ayotzinapa, Iguala, Estado de Guerrero en México, en donde desaparecieron 43 estudiantes normalistas el 26 de septiembre de 2014, cuyos restos, según las autoridades de ese país, fueron quemados en un basurero por un grupo de narcotraficantes llamados “guerreros unidos” con la complicidad de la policía.
Este genocidio lo produjo la mafia en venganza porque los estudiantes se habían robado unos autobuses que pertenecían a un narco, lo que demuestra que los delincuentes no se paran en pelos cuando se trata de defender su patrimonio mal habido. A lo anterior hay que agregar los miles de muertos en masacres cometidas por las mafias de narcotráfico en México, siendo el año pasado el más sangriento, con cerca de 36.000 asesinatos, en su gran mayoría ejecutados por los carteles de la droga.
Sin embargo, con sus idiotas útiles en Colombia, los comunistas de diferente pelambre desconocen esa cruda realidad, que se ha trasladado al país con varias masacres, principalmente en los departamentos que producen más coca; lo que demuestra que la vesania del narcotráfico hace de las suyas en nuestro territorio.
Aun así, sectores de lo que llaman izquierda utilizan esa tragedia políticamente, culpando al gobierno y a sus enemigos políticos, desconociendo así que a las mafias por su condición delincuencial poco les interesa la situación social y política de un país, en vista de que lo que les importa son sus negocios ilícitos.
Cuando el gobierno de Santos y las Farc negociaban en La Habana vaticinamos que el narcotráfico sería un cabo suelto que le quedaría a ese acuerdo, puesto que nadie podría garantizar la disminución de los cultivos, más en vista de que los carteles internacionales no lo iban a permitir. Así pues, lo que se consiguió con el acuerdo fue la multiplicación de las áreas sembradas de coca, que son protegidas en la actualidad por las guerrillas marxistas y otros grupos armados.
No obstante, en su inescrupuloso oportunismo, la mamertería busca sacarle provecho político a las masacres, una tragedia que como ya lo vimos no es solo de Colombia; dado que en las enseñanzas de la doctrina marxista poco importa la vida humana, y las víctimas de las mafias son usadas para sacar dividendos políticos como históricamente lo ha hecho el engendro del comunismo totalitario.
Sin ir muy lejos, el oportunismo comunista con los muertos en las tragedias se utiliza de manera ramplona y siniestra, como fue el caso del abogado Javier Ordóñez, quien murió en el barrio Villa Luz de Bogotá por la violenta acción de unos policías; lo que fue aprovechado por las fuerzas totalitarias, encabezadas por el senador Gustavo Petro, quien mediante su Twitter instigó a su clientela a atacar a la policía, lo que ocasionó muertos, heridos y un gran destrucción, principalmente en Bogotá. Esto siguiendo la receta marxista-leninista de la chispa que prende la pradera.
También se podría pensar que el senador de marras presiente una nueva derrota electoral para el 2022, entonces busca un levantamiento insurreccional con cualquier pretexto para lograr satisfacer sus ambiciones burocráticas, sin importarle para nada los sufrimientos de las masas. Subrayando que por ninguna circunstancia se puede olvidar que la organización que más ha cometido crímenes en la historia de la humanidad es el marxismo, con más de 140 millones de asesinatos en el último siglo, siendo el mismo cuyos militantes con sus diferentes disfraces hace muchas décadas buscan acabar con la democracia y las libertades individuales en Colombia mediante la combinación de todas las formas de lucha.
Los comunistas utilizan a los muertos en las masacres como argumento político, ignorando de adrede el papel nefasto del narcotráfico, como ha ocurrido en los años recientes en México; resaltando que según la ONU una masacre ocurre cuando tres o más personas son asesinadas en un mismo hecho y que hasta finales del mes de agosto habían ocurrido 33 en el país, un 90% en zonas cocaleras. Los principales responsables de estos hechos han sido las narcoguerrillas comunistas y otras bandas armadas (que indiscutiblemente son socias de carteles extranjeros), y las víctimas, líderes sociales que buscan la sustitución de cultivos ilícitos.
Colombia, que en la década de los años 80 y 90 del siglo pasado sufrió el terrorismo del cartel de Medellín, debe recoger esa amarga experiencia, sin olvidar que la droga enciende los diferentes conflictos, que son muy bien aprovechados por las huestes comunistas para sus torvos fines. De ahí que la nación debe combatir con toda rigurosidad ese flagelo, debido a que a los carteles poco les importa la justicia social, misma que es usada de manera demagógica por el comunismo y su narcoguerrilla para tomarse el poder político, sin importar los medios aleves que tengan que emplear.