Y la verdad sea dicha: el año pasado no terminó bien y este año pinta mal. Recordemos que el sector industrial ya completó dos años de estancamiento y no da trazas de levantar cabeza, al tiempo que la economía en su conjunto acusa una desaceleración cada vez más acelerada. El titular de La República no puede ser más elocuente: “32 cifras muestran el mal panorama”.
Uno de los mayores males que agobian a la economía nacional es la llamada enfermedad holandesa, que no es otra cosa que la pérdida de competitividad de la producción nacional por cuenta de la revaluación del peso frente al dólar. (Lea: Más inequidad tributaria)
En su última reunión la Junta directiva del Banco de la República percibió claramente la marcada tendencia a la baja de la producción industrial, el desaliento del sector exportador, el freno de mano en las inversiones en infraestructura, así como la ralentización del crecimiento del consumo interno. Ello la condujo a recortar nuevamente en 25 puntos básicos la tasa de interés de intervención, fijándola en el 4%.
Pero también fue motivo de preocupación del Banco Emisor la incontenible apreciación del peso con respecto al dólar, que prosigue después de una revaluación del 9% el año anterior, al perder $175. Según el B de la R la tasa de cambio cerró el año anterior “en un 8% por debajo de la de equilibrio”, dicho de otra manera el dólar debería estar entre $1.900 y $2.000. Desde 1998 la tasa de cambio no había cerrado el año por debajo de $1.800 (¡!). (Lea: El desbarajuste fiscal)
Para tratar de contrarrestarla dispuso aumentar en un 50% sus compras diarias de divisa americana, de tal manera que entre enero y mayo de este año comprará diariamente no menos de US $30 millones hasta acumular al menos US $ 3.000 millones adicionales en sus reservas internacionales. Pero, si todos los de la Junta del B de la R piensan como el codirector Juan José Echavarría, que “en todos los países exitosos se revalúa la moneda”, estamos perdidos al concluir que nos tenemos que resignar frente a los estragos de la revaluación, pues este es el precio que tenemos que pagar como país por ser “exitosos”.
Hasta ahora el Banco y el Gobierno han sido parcos a la hora de utilizar la panoplia antirevaluacionista, sus medidas han resultado inocuas o, por decir lo menos, insuficientes. El exministro de Hacienda José Antonio Ocampo ha sido reiterativo en la necesidad de apelar a otras medidas complementarias más radicales tendientes a revertir la tendencia revaluacionista del peso colombiano, al considerar que la tímida intervención del mercado cambiario por parte del B de la R es apenas “un pañito de agua tibia”. (Lea: En volandas)
Ocampo ha hecho propuestas tan audaces como la de aplicar al sector minero una “retención” parecida a la que en su momento se aplicó en los años 70 para manejar la bonanza cafetera, que han sido desoídas por las autoridades económicas. Tampoco se le ha querido poner freno al excesivo endeudamiento externo, incluido el de las empresas con sus casas matrices, que lo hacen pasar por inversión extranjera directa (IED), que también presiona la tasa de cambio.
Asobancaria sostiene que las medidas tomadas por parte de la Junta del B de la R “no parecen suficientes para un período extenso. Resulta sobre todo difícil sostener una compra de divisas al mismo ritmo al cual ingresan los capitales del exterior, por los costos para el Emisor y los riesgos que implica para la estabilidad macroeconómica y financiera una expansión monetaria persistente”.
Ello es tanto más cierto habida consideración de la terquedad del Gobierno, que no solo se empecina en no ponerle cortapisas a la entrada de capitales especulativos, atraídos por la ostensible diferencia en las tasas de interés interna y externa que aún persiste, sino que en la reforma tributaria aprobada por el Congreso de la República a instancias del Gobierno a finales del año anterior se incentivó la mayor afluencia de los mismos al reducir la tasa impositiva para la inversión en renta fija. (Lea: Gobierno calcula que tiene deuda neta del 35,4% del PIB)