Acosado por la escasez de verano, Jhan Carlos Cárdenas, pequeño productor del Cesar, decidió no esperar ayuda estatal para sobrevivir. En cambio, transformó su finca con prácticas sostenibles que hoy le permiten mantener la rentabilidad, regenerar el suelo y mejorar el bienestar animal.
En la vereda El Palmar Abajo, corregimiento de Azúcar Buena en Valledupar, Cárdenas encontró en la adversidad climática la chispa para reinventar su manera de hacer ganadería. Desde 2015, cuando se unió al programa de Ganadería Colombiana Sostenible liderado por Fedegán, empezó a darle un giro a la tradición que heredó de sus abuelos.
“La ganadería ya no era rentable seguir como antes. El calor, la falta de agua y la pobreza del suelo no daban tregua. Me vi obligado a cambiar”, dijo el productor.
El cambio comenzó dividiendo los potreros, por eso aseguró que esta práctica fue lo mejor que hizo. (Lea en CONtexto ganadero: Compartir conocimientos, la clave para tener una ganadería exitosa y rentable)
“Entregar al animal un pasto descansado, suficiente, mejora su bienestar y evitar el sobrepastoreo. Actualmente aquí el verano llegó desde noviembre y apenas han caído 41 milímetros de lluvia en todo el año. Sin rotación, no habría forma de sostener el ganado”, explicó Cárdenas.
Hoy, cada potrero permanece entre tres y cuatro días en uso, permitiendo a la vegetación recuperarse. Esta simple pero poderosa estrategia ha permitido conservar pasturas verdes incluso en medio de una se las sequías más intensas que ha vivido la región.
Leucaena: resiliencia en tiempos secos
Uno de los mayores aciertos de Cárdenas fue incorporar leucaena leucocephala en su finca. Esta leguminosa, rica en proteína y resistente a la sequía, ha sido su aliada para mantener la producción sin necesidad de riego.
En sus palabras, “estamos en abril y todavía tengo leucaena verde. Sin ella, el pasto no da. Retoña con poca agua y alimenta bien a los animales. Me ha permitido duplicar la carga animal, pues antes manejaba media cabeza por hectárea, ahora tengo hasta dos. Y lo mejor, sin sacrificar el suelo”.
La experiencia de este productor concuerda con lo señalado por investigadores como Zoraida Calle y Enrique Murgueitio en un estudio.
“La leucaena no solo aporta sombra y alimento, sino que favorece la regeneración de árboles nativos y mejora los suelos degradados”, aseguraron los académicos. (Lea en CONtexto ganadero: Adéntrese en el mundo de la leucaena en Colombia)
Para este productor, el cambio de mentalidad y las capacitaciones impartidas por Fedegán, han sido la clave para su éxito. Foto: Cortesía
Una producción rentable
Más allá del forraje, el enfoque de Cárdenas ha sido integral, ya que apuesta por un sistema de doble propósito, donde el cuidado animal y la productividad van de la mano.
Según el ganadero, “antes vendía los terneros para sobrevivir. Hoy los crío hasta los 350 o 400 kilos. Tengo mayor margen de ganancia, manejo menos estrés y con mejores resultados”.
El impacto económico es tangible, el productor ahora tiene menos gastos, mayor resiliencia y oportunidades de compra en épocas donde otros venden por falta de alimento.
Transformación no ha sido fácil
Como en todo proceso de transición, los retos técnicos no se hicieron esperar. Implementar cercas, adaptar a los trabajadores, formar pastores y asegurar el suministro de agua fueron algunos de los desafíos que enfrentó.
“Lo más difícil fue cambiar mentalidades. Enseñar que el agua debe ir al ganado, no el ganado al agua. Que no se trata de tener más tierra, sino de manejar mejor la que tenemos”, afirmó Cárdenas.
Este productor reconoció que sin el acompañamiento técnico inicial de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán), el proceso había sido más lento.
“Yo arranqué de cero. Soy ingeniero electrónico y lo único que sabía del ganadero era que tenía garrapatas”, dijo.
La crisis como oportunidad
Aunque se considera un pequeño ganadero, Cárdenas ha logrado lo que muchos aún ven con recelo, producir de forma sostenible, rentable y amigable con el medio ambiente.
Su mensaje a otros ganaderos es que “si no ves la crisis, no vas a cambiar. Pero si el cambio climático ya te afecta, no esperes a nadie y empieza por tu finca, pues o cambias o te toca vender”.
Y concluye con una reflexión que deja clara la urgencia: “Nuestros hijos no van a querer una ganadería que destruye. Si no hacemos el cambio, ellos lo harán por nosotros o, se irán a otro lado”.