La investigación realizada por el Colegio de Agricultura y Ciencias de la Vida de Virginia Tech es especialmente útil para los productores de ganado y los operadores de corrales de engorde durante tiempos de imprevisibilidad del mercado y ralentizaciones en el procesamiento, como las experiencias durante la pandemia de COVID-19. (Lea en CONtexto ganadero: Claves para el éxito en la engorda de bovinos)
En esas primeras etapas de la pandemia, las medidas de distanciamiento social y los confinamientos llevaron a muchos procesadores de carne a cerrar o reducir sus operaciones, como lo menciona el estudio publicado por la revista Translational Animal Science. Como resultado de esa pandemia, muchos productores de carne tuvieron que retener el ganado durante largos períodos bajo condiciones de mercado inciertas, enfrentando el riesgo de pérdidas financieras.
El estudio, liderado por la Escuela de Ciencias Animales de Virginia Tech en colaboración con colegas de la Universidad de São Paulo en Brasil, buscó determinar si los novillos acabados podrían conservar su capacidad de producir carne de alta calidad cuando se les transicionaba y mantenía con dietas de mantenimiento menos costosos mientras los mercados mejoraban.
La investigación se centró en 16 novillos comerciales terminados de raza angus cruzados, cada uno con un peso aproximado de 590 kilogramos, o alrededor de 1.300 libras. Una vez listos para el mercado, estos novillos fueron colocados en una de las dos raciones de mantenimiento consistentes predominantemente en dietas de forraje o de granos durante 60 días.
Al final de este período de retención, el ganado fue sacrificado y se evaluó la calidad de la carne utilizando los estándares de la Asociación Americana de Ciencia de la Carne para el color, peso, rendimiento, madurez y marmoleo.
En dicho estudio no se encontraron diferencias significativas en la calidad de la carne entre los dos grupos dietéticos. El profesor David Gerrard, autor principal y director de la Escuela de Ciencias Animales, asegura que “nuestros datos muestran que la calidad de la carne es bastante resiliente”, además, menciona que “a pesar de los enormes cambios dietéticos, las cualidades intrínsecas de la carne, como su olor y textura, no se vieron afectadas”.
“Esto sugiere que hay más flexibilidad en las estrategias de alimentación de lo que se pensaba anteriormente. Los productores pueden usar este conocimiento para planificar y gestionar mejor las decisiones de marketing sin poner en peligro la calidad de la carne”, describe Gerrard.
Los consumidores tienden a favorecer los grados de calidad de la carne de res, junto con las señales visuales de color y marmoleo en sus decisiones de compra. El estudio corrobora que, incluso con prácticas de alimentación alteradas, estos indicadores de calidad pueden mantenerse durante un período prolongado.
Finalmente, el impacto de esta investigación es significativa porque ofrece a la industria cárnica una mayor flexibilidad para adaptarse a las fluctuaciones del mercado sin comprometer la calidad del producto final. Además, puede ayudar a mitigar las pérdidas financieras durante períodos de incertidumbre, permitiendo a los productores tomar decisiones más informadas y estratégicas respecto al manejo y comercialización de su ganado. (Lea en CONtexto ganadero: Bovinos: cómo diseñar dietas equilibradas y eficientes)