En una finca de cinco hectáreas, un extrabajador de la industria petrolera encontró la oportunidad de transformar su vida apostando por la sostenibilidad. Aprendiendo poco a poco con asesoría técnica y reciclando recursos, este productor se ha convertido en un referente en el departamento del Meta por sus prácticas amigables con el medio ambiente.
En la vereda La Meseta, municipio El Dorado, Meta, John Agustín Gaitán decidió reinventarse. Dejó atrás los hidrocarburos para apostarle a la ganadería sostenible, un modelo que hoy lo tiene ordeñando menos vacas, pero sacando más leche.
La vida de Gaitán cambió radicalmente hace un par de años. Hasta hace poco, trabajaba en la industria del petróleo, una carrera que, creía, continuaría hasta el final de su vida laboral. Pero la crisis llegó y el empleo se fue, y con ello el ingreso que sostenía a su familia. (Lea en CONtexto ganadero: Compartir conocimientos, la clave para tener una ganadería exitosa y rentable)
Sin embargo, Gaitán tenía un as bajo la manga: una finca que había comprado tiempo atrás. Aunque inicialmente el predio estaba destinado al cultivo de cacao, en el cual su esposa se había especializado, él nunca dejó de pensar en la ganadería. Por eso, separó cinco hectáreas para desarrollarla algún día.
“Como me quedé sin trabajo y sin ingresos, decidí retomar mi proyecto ganadero”, aseguró el productor. No imaginaba entonces que esa decisión marcaría un punto de inflexión hacia un modelo más sostenible, productivo y en armonía con la naturaleza.
Fue justo en ese periodo de transición cuando conoció el programa de ganadería sostenible de la Federación Colombiana de Ganaderos (Fedegán) y se vinculó de inmediato.
Gaitán comentó que “nos ofrecían asesoría técnica, lo cual fue clave para mí. Aprendimos sobre rotación de potreros, cercas eléctricas, siembra de árboles, cuidado de las rondas de caño y más”.
Escasez de recursos
Con recursos limitados, pero mucha determinación, Gaitán comenzó a implementar las prácticas aprendidas. Reutilizó materiales de la industria petrolera como cables de acero para instalar las divisiones de sus potreros.
Además, compró lo mínimo necesario como un impulsor eléctrico, tensores y aisladores. Todo lo demás lo hizo él mismo, con sus manos, experiencia y visión.
Uno de sus primeros pasos fue entender que la eficiencia no se mida por la cantidad de vacas, sino por la productividad. Según Gaitán, “antes tenía cinco vacas y sacaba veinte litros. Hoy ordeño dos y saco hasta treinta litros diarios. Me enfoqué en genética: arranqué con girolandos tipo leche, y poco a poco voy mejorando”.
El cambio fue notorio no solo en la producción, sino también en el ambiente. Con la rotación diaria en 18 potreros, la recuperación del forraje es más rápida.
La biodiversidad empezó a regresar. En sus palabras, “antes el ganado tomaba agua directamente del caño. Ahora, con el acueducto ganadero, esa zona está aislada. Se nota el renacer de la vegetación y la fauna, se oyen más pájaros, hasta monos he visto”.
El productor comenzó a ver cambios en su finca en el momento en que decidió apostarle a la sostenibilidad. Foto: John Gaitán.
División de potreros
Además de las prácticas aprendidas, Gaitán buscó inspiración fuera. Visitó fincas modelos en Valledupar y descubrió que en tan solo cuatro hectáreas se podían manejar hasta sesenta vacas.
“Eso me impactó. No quiero sesenta, pero sí tener unas quince bien manejadas, de buena genética y bien alimentadas”, añadió el productor quien está fortaleciendo su banco forrajero con pasto de corte Cuba 22 y maíz.
Hoy, su finca es ejemplo de cómo una crisis puede convertirse en oportunidad. El ganadero relató que “mucha gente no cree hasta que lo ve. Cuando visitan mi predio y ven que con menos tierra produzco más que ellos, se interesan. Me preguntan y quieren saber más”.
Quedarse sin trabajo fue la oportunidad de John Gaitán para adentrarse en el mundo de la sostenibilidad ganadera. Foto: John Gaitán.
El investigador Julián Giraldo, experto en ganadería sostenible del Centro para la Investigación en Sistemas Sostenibles de Producción Agropecuaria – CIPAV, reforzó esta visión describiendo que “los sistemas de pastoreo con cortos periodos de ocupación y largos de descanso, bien diseñados, son fundamentales. Se necesita una planificación en fertilización para mantener la oferta de nutrientes y asegurar la recuperación del pasto”.
Muñoz lo sabe y lo vive cada día. Aunque no ha recibido ningún apoyo económico directo, su finca crece gracias al conocimiento. Ya tiene una máquina de ordeño, ha reducido la presión sobre el suelo y demuestra que si es posible transformar el campo desde adentro. (Lea en CONtexto ganadero: Franja Sostenible le enseña a obtener el Sello Ambiental Colombiano)
Finalmente, su mensaje para otros ganaderos es claro: “yo sé que cuesta cambiar lo que se ha hecho toda la vida. Pero si ven que con menos terreno y menos vacas uno produce más, van a querer saber cómo lo hago. Solo hay que empezar. Todo se puede, paso a paso”.