Y es que justamente, como lo reveló el DANE, la agricultura volvió al terreno positivo en el primer trimestre de este año (creció 0,3 %), después de cerrar el año pasado con cifras negativas. Recuperar la senda del crecimiento es, sin duda alguna, una buena noticia, sin embargo, todavía hay mucho camino por transitar para consolidar un sector agrícola robusto y dinámico, sin desproteger el cuidado por el medio ambiente.
Una alternativa que puede aportar a ese objetivo es el Manejo Integrado de Cultivos (MIC), que consiste en la combinación de las herramientas de protección y nutrición de cultivos de diferentes clases: químicos, biológicos, naturales, físicos y culturales, teniendo en cuenta las singularidades de cada finca.
El MIC —que ha sido destacado por organismo internacionales como la OCDE y la FAO, entre otros— trabaja básicamente en cuatro líneas: prevención (mantener a raya las plagas y enfermedades), observación (monitoreo constante de los cultivos), intervención (medidas para reducir las plagas) y nutrición inteligente para el suelo y plantas (dietas).
Dentro de los beneficios que ofrece el MIC a los agricultores están la reducción en los costos de los cultivos al ser más efectivo en la protección y nutrición de sus cultivos, el aumento de la productividad en sus fincas y, por supuesto, el cuidado del medio ambiente.
Desde Procultivos ANDI alentamos a los agricultores a que trabajen con el MIC y hemos constatado en campo caída en los costos de los cultivos (entre 17 y 25 %) y aumento de los rendimientos por área de producción (entre 20 y 120 %), dependiendo del cultivo y de la región en la que esté al agricultor.
Combinar las diferentes tecnologías existentes para proteger y nutrir los cultivos es aprovechar lo mejor de cada una de ellas. Ampliar el abanico de alternativas es entonces un imperativo para alcanzar los fabulosos resultados que ofrece el MIC.
En ese sentido es importante señalar que Colombia, gracias a la acción decidida del sector público y del privado, está en la tarea de sumar más productos a la canasta de insumos para la protección y nutrición de cultivos.
Es ahí donde los bioinsumos toman, cada vez más, un mayor protagonismo en las necesidades de corto plazo para la agricultura nacional. Adoptar los productos y buenas prácticas que en esta materia se adelantan en otras latitudes es una prioridad. Por supuesto, hay que tener claro que estos productos deben ser combinados con las demás tecnologías disponibles para potenciar sus resultados.
En suma, Colombia debe implementar el MIC en la agricultura. Esta estrategia ya ha demostrado sus bondades en otras latitudes e incluso en nuestro país —como ya lo hemos constatado en las fincas de los productores del campo—y es una alternativa que suma a la meta de desatar todo nuestro potencial agrícola.