Con este sugestivo título, el profesor de la Universidad del Rosario Enrique Serrano López nombra su reciente obra publicada por Planeta sobre la interpretación de la historia colombiana.
Es una lectura que muestra una visión muy diferente de los elementos históricos que forjaron nuestra nacionalidad. Por ello su lectura está llena de afirmaciones que obligan a reflexionar sobre algunos de los mitos que han sido consolidados por una historiografía fuertemente marcada por las ideas de izquierda.
Serrano recoge la tradición española, con sus fortalezas y dolores, e identifica en la actual sociedad colombiana esas raíces que muchos quieren minimizar.
Nuestra herencia, cargada de la intensa mezcla que caracteriza la cultura hispánica y que incluye orígenes tan diversos como visigodos, fenicios, griegos, romanos, judíos, norteafricanos e incluso tribus del norte de Europa, confluye en el proceso de la Reconquista por parte de los cristianos de la península, en las décadas anteriores al descubrimiento de América.
Esta guerra territorial, marcada con la señal de cruzada religiosa y cultural, define en buena medida el futuro de Colombia.
El autor recoge estos hechos para confirmar que muchos árabes y judíos, desplazados y discriminados por los antiguos cristianos del norte y centro de España, buscaron en América un lugar donde construir un futuro para ellos y sus familias.
La migración de los siglos XVI y XVII se hizo con ese trasfondo que explica muchas de las características de nuestro sociedad, desde la forma como nos relacionamos con la autoridad hasta la forma como utilizamos el lenguaje.
Contar con ese pasado de minoría perseguida es fundamental para entender lo que el Nuevo Mundo representaba para quienes veían en él su única esperanza.
Serrano demuestra que la Conquista y la Colonia del país se hicieron de forma pacífica y no en medio del río de sangre que algunos historiadores sostienen.
El inmenso y despoblado territorio ha sido siempre un desafío, pues las condiciones tropicales hacían difícil el establecimiento de poblaciones.
La colonización de las montañas fue una forma de protegerse de las plagas, animales y enfermedades de las tierras bajas. Colombia es entonces un territorio anclado en las montañas por motivos de supervivencia.
Pero lo más importante de la obra de Serrano es el análisis del mito de que la violencia proviene de la lucha por la tierra. Este país sigue siendo tierra de colonos hoy día. Lo fue desde el momento en que el conquistador, que quería retornar exitoso a España, se transformó en el colono y trajo a su familia.
La conquista del territorio se hizo no por escasez de tierra, sino porque la movilidad era la característica de ese Nuevo Mundo que todavía en la actualidad estamos dominando, como lo confirman las discusiones actuales sobre el tema de los baldíos.
Tierra hubo y la urbanización acelerada de la segunda mitad del siglo pasado, producto de la mecanización y la baja productividad del minifundio, deberían centrar el análisis de la violencia en las luchas políticas entre comerciantes y agricultores que refleja, a grandes rasgos, la división ideológica entre liberales y conservadores.
Las Farc, inspiradas en el discurso de la revolución cubana, sostienen que la lucha es por la tierra. Serrano, al que hay que leer, afirma que el tema es mucho más complejo.