A estas alturas todavía no es claro lo que va a suceder con el compromiso que hizo el presidente Santos, en el sentido de convocar a una refrendación popular de los acuerdos con las Farc.
A pesar de la indefinición, sí puede decirse que los pasos que se han dado son vergonzosos. En una primera instancia, el Gobierno habló de un referendo pleno. Después planteó el plebiscito, pero lo ha ido adelgazando en distintas etapas. Con la complicidad de las mayorías que tiene en el Congreso, le dio vida a un umbral rebajado dirigido a facilitar la aprobación de la trampa democrática que implicaría hacer una sola pregunta. Y ahora circulan versiones según las cuales se estaría considerando la tesis de que como se trata del derecho a la paz, que no es el caso, el mencionado umbral no sería necesario. En fin, todo apunta a que se pretende imponer los acuerdos ocultando ese propósito bajo la sombrilla de una supuesta legalidad. Es mejor no especular ahora acerca de qué dirá la Corte Constitucional. Lo prudente es esperar el contenido de su pronunciamiento. Desde luego, sería una buena noticia para Colombia que declarara inexequible la ley estatutaria, toda vez que tiene en su poder todas las razones jurídicas para hacerlo. No obstante, en el evento de que esencialmente deje las cosas como están, o las module para facilitar, aún más, la victoria del sí, bueno es preguntarse cuál debería ser la posición de la oposición. Un partido como el Centro Democrático, que ha dicho con insistencia sí a la paz pero así no, debe hacer campaña a favor de la abstención. En primer lugar, porque tiene que evitar otorgarle el aval con su participación a favor del no a un mecanismo que carece de legitimidad política. En caso de que la Corte Constitucional le de una bendición jurídica, dicha absolución no incluiría el pecado de hacerle solamente una pregunta a la gente, pues lo que firmen el presidente y el jefe de las Farc tratará muchos, muchos aspectos de la vida nacional. Si en el pasado el alto tribunal negó la votación en bloque de un referendo multitemático, ¿cuál razón tendría ahora para aceptar el voto en bloque de un plebiscito multitemático? De otro lado, mal haría Centro Democrático en promover la campaña a favor del sí defendiendo el no. Hacerlo significaría dejarle el camino libre al Gobierno para que vuelva a utilizar la mentira de los amigos de la paz y los partidarios de la guerra. Ese es un argumento falaz, desde luego. Sin embargo, no puede hacerse caso omiso del impacto seductor del sí a la paz en un país hastiado con el terrorismo que, pese a que duda sobre la consecución de dicho objetivo, puede estar dispuesto a apostar con pragmatismo al logro de un anhelo general. Finalmente, Centro Democrático es amigo de la paz y de los diálogos, pero se opone a algunos puntos de los acuerdos que han anunciado el Gobierno y las Farc. Esta posición obedece, entre otras razones, a que el trípode que la sustenta está integrado por la defensa de la urgencia en el desarme, la paciencia en las conversaciones y la generosidad en la reinserción. Es decir, que está de acuerdo con la vía política, con ciertas condiciones, al tiempo que rechaza la impunidad, la elegibilidad política inmediata de los culpables de los delitos más graves, la igualación de los agentes del Estado con los terroristas, y que no se le exija a esa organización la entrega de los recursos para financiar programas de reparación a las víctimas. ¿Cuál es, entonces, la manera de reflejar en el proceso de refrendación las convicciones anteriores? Haciendo campaña a favor de la abstención. Que es, en los mecanismos de participación, una manera activa de decidir, a diferencia del significado negativo e inútil que tiene cuando se vota por personas. En la próxima columna trataré el plebiscito y la elección presidencial del 2018. El Nuevo Siglo, Bogotá, 10 de julio de 2016.