Una de las cosas más sorprendentes de este país, es que aquí la justicia funciona como un reloj a la inversa. Los órganos de investigación y de justicia están controlados fuertemente por terroristas indultados y sus cuadros ocultos, y esto ha llevado a que el aparato estatal, que debería estar al servicio del ciudadano, en realidad está a disposición de un puñado de criminales poderosísimos que quieren convertir a Colombia en la caja menor de sus familiares y amigos, todos con intereses tan egoístas como delictivos.
Triste que no haya una gran prensa honorable, interesada en escudriñar y divulgar la verdad. Triste que periodistas con mucha credibilidad la utilicen para engatusar a sus lectores y teleaudiencia para luego acudir sórdidamente a que el Gobierno les unte las manos con millonaria pauta oficial con la condición de que sigan engañando al país con la historia de que este es un Gobierno bueno y que los grupos terroristas con los cuales se está aliando para entregarles la nación, son en realidad organizaciones humanitarias incapaces de matar una mosca. (Lea: "El acuerdo alcanzado con las Farc es desafortunado": Lafaurie)
Y triste que un presidente que fue periodista sea precisamente el que persiga y atente contra periodistas que no estamos de acuerdo con el terrible destino que quiere imponerles a los colombianos al subyugarlos al terrorismo narcotraficante que tiene a medio mundo sujeto por el miedo o por el soborno. Gracias a esa política infame casi muere asesinado el Dr. Fernando Londoño Hoyos, ex ministro periodista director de La Hora de la Verdad, a quien le colocaron una bomba lapa traída por un etarra a través de Venezuela y puesta a funcionar por las Farc gracias a manos criminales y cómplices que les ayudaron en la logística, por ejemplo, para manipular la sincronización de los semáforos para obligar a detener el auto del Dr. Londoño; manos cómplices en la Empresa de Teléfonos de Bogotá, controlada hoy por guerrilleros amnistiados del M-19 y auxiliadores de la guerrilla de las Farc.
Por eso, cuando tuve la confirmación técnica de que mis teléfonos estaban siendo chuzados por el Gobierno de Santos, no me sorprendí en lo absoluto. Pensé que era más soportable una chuzada telefónica que una bomba en mi casa. Pero, tal y como lo dije en La Hora de la Verdad (escuchar audio en http://www.ivoox.com/entre-ricardo-puentes-28-mayo-audios-mp3_rf_2081490_1.html) lo que sí me aterró es que también hubieran intervenido los teléfonos de mi esposa y el que usan mis hijos de 12, 10 y 7 años de edad. ¿Qué cosas terribles pueden planear unos niños..? No lo sé.. ¿O es que buscan causarles daño.. tal vez quieren secuestrar a uno de ellos como lo hicieron hace años, ocasionando que mis hijos vivan casi presos recluidos en cuatro paredes..?
Así, pues, en medio del mundo surrealista que nos tocó vivir en mala suerte, acepté como algo cotidiano e inevitable las chuzadas a mis teléfonos. Pero lo que me aterró sobremanera fue el siguiente informe que unos amigos expertos en temas de interceptaciones me pasaron de manera urgente. (Lea: El Gobierno no escucha a los gremios, solo a las Farc)
Desde Estados Unidos, mis amigos me soltaron la fatídica noticia. Las computadoras de mi casa, incluyendo la que usan mis hijos, sufrieron un ataque muy sofisticado, un espionaje que permitía acceder al disco duro, ver en tiempo real lo que uno estaba tecleando, espiar las cuentas de correo electrónico, usar las cámaras de las computadoras para observar lo que sucede en la intimidad de nuestro hogar. Eso fue aterrador, lo confieso.
¿Cómo se sabe que es el Gobierno de Santos el que está haciendo esta tarea mafiosa? Sencillamente mis amigos, en su experticio, me confirmaron direcciones de IP, tecnología utilizada, estrategia, mecanismos.. todo utilizado ya por este Gobierno contra otros personajes, y puesto en marcha por un sector de la Policía Nacional que cuenta con el material humano y técnico para hacer este tipo de chuzadas y persecuciones.
Cuando me dijeron esto, entendí las numerosas veces en que miembros de la Policía Nacional llegaban a donde yo estuviera para acosar a mi esquema de seguridad, para desarmarlos, para dejarme sin protección. Entendí la falta de apoyo a mis llamados de ayuda en ocasiones en que necesitaba desplazarme y no podía por falta del esquema completo. Entendí todo. Entendí la manera sistemática como este Gobierno me ha venido persiguiendo, junto con mi familia, cosa que es bien difícil de comentar sin temer a diario por la vida de mis hijos. (Lea: Acuerdos alcanzados en La Habana, bajo la lupa)
En resumen: Sí. Este Gobierno junto a uno de sus organismos de inteligencia ha invadido la privacidad de mi hogar, me está haciendo espionaje telefónico y mediante mis computadoras. Y las razones se pueden entender con darle un pequeño vistazo a las investigaciones que adelantamos desde Periodismo Sin Fronteras.
Ya ni ganas me dan de quejarme ante la FLIP o ante la SIP porque la primera está en manos de Ignacio Gómez y Daniel Coronell, y fue la FLIP la que escribió a Reporteros Sin Fronteras, con sede en París, para decirles que no me apoyaran en mis pedidos de protección ya que ni mi familia ni yo merecíamos tener protección. La segunda, la SIP, está en control de los Santos; Enrique Santos, el guerrillero del Chicó, fue presidente de ese órgano internacional de prensa. Así que las supuestas organizaciones defensoras de periodistas defienden principalmente a comunicadores afines al marxismo y enemigos del ejército. Y no soy ni lo uno ni lo otro.
Pero lo que sí haré en próximas horas es colocar el respectivo denuncio ante la Fiscalía General de la Nación. Aún con la convicción de que el Fiscal General de la Nación está disponible para blindar de impunidad a los terroristas, y de que han archivado todas las denuncias, con todas las pruebas, que he hecho contra guerrilleros indultados que están hoy en el poder. (Columna: ¿Acuerdo sin “acuerdo”?)
Espero que los nuevos comunicadores y periodistas no sigan los pasos de sus jefes que, por ganancias o por simple cobardía, se han hecho cómplices del canalla.
Yo, por mi parte, prometo no guardar jamás la pluma para defender la verdad con la firme convicción de que no arrojaré mis convicciones al mismo cesto de basura donde el presidente Santos y sus socios de La Habana escupen a diario los residuos de las sustancias que consumen y quieren legalizar para bien de la empresa criminal que contabiliza millones de víctimas en Colombia y el mundo.
A mí ya me extirparon la glándula del miedo.