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Lecciones de la democracia Estadinense

Por - 23 de Noviembre 2012

Los Estados Unidos han dado una nueva demostración de que, no sólo son la primera potencia económica, científica y militar sino la democracia más sólida, legítima y famosa de que se tenga memoria en el mundo.

Hemos presenciado un debate presidencial impecable, en el cual estuvieron en juego dos opciones ideológicas claramente diferenciadas una que podríamos llamar de centro izquierda y otra de centro derecha.

La primera, liderada por el reelegido Presidente Barack Obama cuyo mensaje fundamental era el de poder completar la tarea de su primer mandato en lo concerniente a tener una cobertura universal en materia de seguridad social y de salud, así como irrigar la acción del Estado hacia las actividades con un potencial mayor de creación de empleo y salvar, por contera, de la debacle económica a industrias emblemáticas de ese país como la del automóvil.

Por su parte, el partido Republicano, con su candidato Mitt Romney, prisionero en sus estructuras directivas del radicalismo de derecha del movimiento Tea Party, enarboló el retorno a los valores tradicionales de la América profunda de la ética calvinista que considera como sus banderas principales la libertad económica, el estado pequeño y no intervencionista, escenario propicio para la innovación tecnológica y la creación de empresas que, es la base de la masiva generación de empleo.

La estrategia republicana fue intentar hacer aparecer a Obama como un accidente en el panorama político de ese país, quien por su origen étnico y geográfico no era representativo de los valores tutelares que habían contribuido a la grandeza y poderío de los Estados Unidos en el mundo. Es más, se le consideraba una especie de segunda versión de Jimmy Carter, cuyo énfasis en mostrar un rostro más humano del poder Estadinense contribuyó a que su contradictor, Ronald Reagan, lo acusara de andar presentándole excusas al mundo por el poderío económico, político y militar alcanzado por esa potencia.

Un Obama perspicaz y visionario, con una formación intelectual de primer nivel como abogado destacado de la Universidad de Harvard, no cayó en ese juego y prontamente dio muestras de ser un gran jugador dentro de ese complejo escenario político, pues fue muy prudente en el manejo de temas que podrían aparecer como desafiantes para el establecimiento que maneja el poder empresarial y financiero de USA.

De ahí su estrategia de no poner toda la carne de su agenda en el asador durante su primer gobierno, sino relegar los mas litigiosos y controvertidos temas para el segundo tiempo, tales como el régimen de impuestos, la reducción del déficit fiscal y la reforma migratoria.

Una mirada retrospectiva de la campaña presidencial hasta podría sugerir que, el Obama que fue aplastado por Romney en el primer debate televisivo presidencial, pudo haber sido el protagonista de un cálculo perverso pero políticamente correcto, de “medirle el aceite” triunfalista a su contrincante, quien no se destacó precisamente por la prudencia en su lenguaje, y hacer sonar las alarmas en sus huestes que, hasta ese momento, parecían confiadas en un triunfo arrollador como el de la primera campaña presidencial.

Obama, haciendo honor a sus ancestros de Kenya, cuyos atletas son corredores de gran fondo, supo dosificar sus esfuerzos tal como lo hizo, en su momento, en las primarias demócratas con Hillary Clinton.

De todos modos, las últimas elecciones en los Estados Unidos marcan un agudo contraste con lo que pasa actualmente en la América Latina en donde ha renacido el caudillismo y se apela a toda clase de abusos y triquiñuelas para que el gobernante de turno se reelija ad infinitum. Afortunadamente la Corte Constitucional libró a Colombia del tránsito por esa vergonzosa senda.