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La responsabilidad del liderazgo

Por - 26 de Julio 2013

El Partido Conservador atraviesa por uno de los momentos más difíciles de su historia. Carece de una visión-respuesta a la sociedad contemporánea: moderna, cambiante y contestaria.

El Partido Conservador atraviesa por uno de los momentos más difíciles de su historia. Carece de una visión-respuesta a la sociedad contemporánea: moderna, cambiante y contestaria. Esa carencia ha conducido desde años atrás a la pérdida de identidad, porque sus principales decisiones se adoptan en el marco de lo circunstancial-burocrático, es decir, impera el posibilismo y el interés en las dádivas que emanan del poder ajeno.

Antes advertimos que es el Conservatismo la única agrupación política que no analiza las causas de sus victorias o de sus derrotas. No hay la indispensable asesoría de analistas de opinión y de consultores que aconsejen el contenido y el lenguaje político que penetre en las intrincadas redes de las masas urbanas, anhelantes e informadas. Las pocas propuestas se elaboran sin brújula e improvisadamente, en los días previos a las elecciones y los “slogans” se lanzan sin el indispensable muestreo previo. Tampoco se asumen las banderas logradas y no surgen las figuras con ambición de futuro que toquen la trompeta y señalen el camino. (Columna: El conservatismo y la lucha contra la pobreza)

Ya hemos hablado de la calamitosa paradoja de la primacía de los Congresistas en la dirección real del Partido, a punto que el Conservatismo se ha convertido en un club de Congresistas. Es evidente, por una parte, que la presencia en los gobiernos se debe a las curules obtenidas y, por la otra, con el desprestigio del Congreso resulta titánica la tarea de recuperar espacio político y reconquistar la opinión pública. Nos conformamos con el voto-maquinaria y con el obtenido por el reconocimiento regional de nuestros candidatos. Así como no se echan las campanas al vuelo por los programas exitosos contra la pobreza, la reciente reingeniería quedó para consumo interno sin impacto alguno en la Nación.

La responsabilidad del actual liderazgo es inmensa. Debe sacudirse del activismo estéril y sentarse con dedicación a construir el Conservatismo actualizado que reclama el país. Al fin y al cabo, como dice Andrew Roberts, “la combinación de emociones a que apelan los líderes de todos los tiempos es limitada y notablemente constante… el verdadero liderazgo espolea sentimientos que están profundamente arraigados en nuestros genes y en nuestra psique”. (Columna: De elecciones y reelecciones)

En la trayectoria histórica de la colectividad hay mandatos que nos obligan a levantarnos sobre las adversas situaciones y a cumplir con honor la cita con el pueblo colombiano. Cada rato se nos pregunta: ¿qué vamos hacer? Es notorio que hay “hambre de un liderazgo convincente, creativo y resuelto”.

Después de la reflexión, de los análisis internos, de la averiguación de lo prioritario para el país, deben tomarse decisiones que conduzcan al Conservatismo al campo ideológico-político que le es propio: libertad, orden, seguridad, educación de calidad, combate a la corrupción, dignidad de la persona humana, (expresión que resume toda la política social) desarrollo y, por sobre todo, la paz. Paz, si no lograda en los diálogos, impuesta por el Estado Social de Derecho.