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La economía pos-plebiscito

Por Oscar Cubillos Pedraza - 26 de Julio 2016

En el marco de improvisaciones que han tenido los diálogos de La Habana, en un ambiente donde el gobernante con su discurso no respeta el derecho al disenso, y en el cual los hechos que se han aprobado para sacar adelante el plebiscito tal vez hayan adquirido un carácter legal más no legítimo, vale la pena preguntarse qué pasará con nuestra economía en el próximo par de años en una constante precisamente de hacer las cosas sin legitimidad, así se excuse todo en el marco de la ley, transgredida, como se pretende con la Constitución Nacional.

En el marco de improvisaciones que han tenido los diálogos de La Habana, en un ambiente donde el gobernante con su discurso no respeta el derecho al disenso, y en el cual los hechos que se han aprobado para sacar adelante el plebiscito tal vez hayan adquirido un carácter legal más no legítimo, vale la pena preguntarse qué pasará con nuestra economía en el próximo par de años en una constante precisamente de hacer las cosas sin legitimidad, así se excuse todo en el marco de la ley, transgredida, como se pretende con la Constitución Nacional.   Algunos calculan que para el posconflicto serán necesarios alrededor de $8 billones adicionales al año, al menos por 2 décadas, para soportar los costos que requiere consolidar la paz, paz aún sin el ELN. Otros hablan que el PIB crecerá como mínimo un punto de más como efecto de la paz, sin el ELN, lo que permitirá incluir a poblaciones vulnerables y desmovilizadas dado ese crecimiento.   Sin duda que se requieren recursos adicionales para el posconflicto, de allí que se esté preparando una nueva reforma tributaria, que como las anteriores ha golpeado en buena medida a los estratos medios. Ahora las medidas también castigarían fuertemente a estratos bajos con medidas como el aumento de la tarifa del IVA del 16 al 19 % o que este mismo impuesto este dirigido a productos de la canasta familiar.   Nadie garantiza que esta nueva reforma a los tributos sea realmente estructural y equilibrada, más cuando los antecedentes del actual Gobierno muestran una Reforma a la Justicia mal concebida, una Reforma de Equilibro de Poderes mal definida, una Reforma a la Salud inoperante y una Reforma Pensional no presentada, además de 3 Reformas Tributarias improvisadas.   La realidad indica sencillamente que de su ingreso mensual le descontarán más impuestos, cuyo objetivo teórico será financiar el posconflicto. Sin embargo, dichos recursos talvez terminen en contratos “altruistas” con ONGs y no en manos de las poblaciones que realmente los necesitan. Solo falta revisar el SECOP para darse cuenta de lo anterior.   Además del ahorcamiento tributario y cuestionable redistribución, vale la pena tener en cuenta el caso de la inversión en lo rural. En primera medida el mismo Estado no invierte en él lo necesario, a pesar de ser una de las banderas de los diálogos de La Habana. El presupuesto que tienen las instituciones públicas centrales para el sector rural no superó en 2016 los $2,5 billones.   Lo más preocupante es que el sector privado ha dejado de invertir en el campo por cuenta de la incertidumbre que han generado Las Zonas de Reserva Campesina, el Fondo de Tierras, y demás temas agrarios mal negociados en Cuba. Con un caso tan similar como es el de Venezuela, una década atrás, en cuanto a expropiaciones de tierra este mercado prácticamente se ha congelado. Vale la pena revisar por ejemplo las cifras de Inversión Extranjera Directa en el sector agropecuario que entre 2013 y 2015 cayeron 26 %.   Un último pilar es el de la generación de empleo, y sobre todo el debate debería centrarse en la calidad de él. Pero algunos cuestionamientos que vale la pena discutir ¿con un punto adicional de crecimiento producto de la paz, sin el ELN, se generará empleo adicional? ¿se ubicarán en el mercado laboral los reinsertados? El caso del posconflicto de los países centroamericanos brinda una aproximación pues la economía no creció de la forma esperada, no se generó el empleo suficiente para incluir al grueso de excombatientes y por el contrario se generaron formas de violencia urbana que hoy no acaban de superar.   Lo evidente es que el único plan visible es el de firmar un papel, pero no existen planes reales de empleo, de educación o salud, que estén en marcha para realmente construir paz. Menos en nuestros campos, siempre olvidados.   Resulta entonces legitimo votar NO en el plebiscito, porque la característica de lo que se ha discutido en Cuba ha sido la improvisación, y seguramente la economía de al menos los próximos 2 años será eso, improvisación, que se traduce en no crecimiento y no empleo. Ya lo empezamos a sentir.