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¿Es lícito negociar en medio del conflicto, mas no con los productores del campo?

Por - 05 de Mayo 2014

Se equivoca el ministro Lizarralde al suspender las conversaciones con las Dignidades Agropecuarias por causa de un trino que, según el alto funcionario, estaría incitando a la protesta.

Se equivoca el ministro Lizarralde al suspender las conversaciones con las Dignidades Agropecuarias por causa de un trino que, según el alto funcionario, estaría incitando a la protesta. Rompe los vasos comunicantes que allanarían caminos tendientes a superar la deuda histórica con el campo y, de repeso, alienta la sumatoria de nuevos contingentes de labriegos, indígenas y empresarios del campo al paro.

Un verdadero contrasentido, un chantaje. Mientras el Gobierno nacional continúa adelante las negociaciones de paz con la insurgencia en medio del conflicto, recibiendo golpes aquí y allá sin poder chistar por tratarse de la dinámica infame de la guerra, a los líderes campesinos no les aguanta ni siquiera un trino. Una simple opinión. Desarmada, eso sí.

Como productores de leche que acompañamos las protestas agrarias tenemos que decirle al país que, lamentablemente, las causas que originaron el levantamiento de agosto del año pasado se mantienen incólumes, como han dicho los líderes en paro. Y lo que ha cambiado es tan escaso como superficial. (Lea: Efectos del paro cada vez son más graves)

Por ejemplo, para nuestro sector –el lechero–, a más de un par de medidas adjetivas y unas cuantas cucharadas de mermelada para un reducido grupo de presuntos líderes no comprometidos con la protesta en curso, los alcances de las llamadas mesas de negociación con los campesinos no han arribado a puerto alguno.

Algunas restricciones a la importación de derivados lácteos de la Comunidad Andina de Naciones o leche en polvo y lactosueros de orígenes diferentes, por escasos dos años, no han resuelto ni resolverán los problemas de fondo. Seguimos a la deriva de un mercado voraz e implacable, gracias a los niveles de atraso en ausencia de políticas de Estado y la competencia desleal con productores de países desarrollados y con músculos gubernamentales que los sostienen.

El ministro sostiene que restablecerá las mesas, pero “sin presiones”. Como si los campesinos y empresarios del campo no hubiésemos sufrido nunca las presiones del abandono y la miseria, de la ruina y el despojo “legal” e ilegal: ambas formas son ilegales, tanto la armada como la financiera: ambas son tan despóticas como injustas. Décadas y décadas de abandono, en especial para los pequeños y medianos productores, no se resuelven con un incremento de las asignaciones presupuestales por este año, significativas pero miserables si se les compara con lo que se devora el conflicto interno.

Por tanto, incitamos a las partes, en especial a los portavoces del presidente Santos, a cumplir con lo pactado, dinamizar las mesas y dejar de ver como un lastre a los labriegos, campesinos y pequeños y medianos empresarios agrícolas y pecuarios. Somos exactamente lo contrario: la auténtica seguridad y soberanía alimentaria del país, así como las principales víctimas del conflicto que negocia en La Habana en medio de los tiros.